29 abr 2021

Alegato en favor de Epicuro de Francisco de Quevedo

Viene hoy a la biblioteca de Motivándote una nueva edición del opúsculo de Francisco de Quevedo Defensa de la felicidad. La edición de Arturo Echavarren, incluyendo un interesante y didáctico prólogo, modifica erratas anteriores y moderniza la ortografía. La cuidada impresión se completa con ilustraciones de Pieter Brueghel el Viejo.

Son de sobra conocidas las ideas de Epicuro y en este blog ya hemos hablado alguna vez de ello por lo que no lo voy a repetir (Ver). Lo interesante de este libro es comprobar cómo Quevedo escribe este alegato tratando de conciliar lo fundamental de las teorías de los epicúreos con el estoicismo y, aun más curioso y atrevido en su época, tratando de acercar Epicuro a los planteamientos del cristianismo, una tarea muy en contra de la "común opinión", como así aparece en el texto.

Dentro de las múltiples facetas del aventurero autor de El Buscón, en esta ocasión Quevedo se luce ejerciendo de filósofo. Como bien dijo de él Pedro Salinas: "Piénsese en Quevedo, no en vano nutrido en la Biblia, los escritos de la Iglesia y los estoicos. No se negó a ninguna de las tentaciones que desde la vida le hacían seña. Sus experiencias vitales alcanzan a los extremos...".

Como soporte fundamental en sus argumentaciones Quevedo se apoya en uno de sus pensadores favoritos, Séneca, del que también he hablado aquí en otras ocasiones (Ver). Es interesante ver las constantes referencias que un estoico como el filósofo cordobés hace de las teorías de Epicuro. Aparecen destacadas las reflexiones más relacionadas con los estoicos, básicamente los elogios de la mesura, el equilibrio interior y el hecho de conceder menos importancia a los bienes materiales, todos ellos puntos relevantes de ambas filosofías. Asimismo, aparecen referencias sobre Epicuro de pensadores como Cicerón, Diógenes Laercio o Sexto Empírico, entre otros.

En definitiva, como señala el editor en el prólogo, Quevedo trata de destacar la importancia dada a la tranquillitas animi, en el sentido de que el único instrumento para llegar al estado beatífico de serenidad e imperturbabilidad es la razón humana, porque solo la razón es "capaz de desterrar las falsas opiniones que generan las pasiones que perturban el espíritu y lo desvían del camino hacia la tranquilidad".

Su tarea de conciliar Epicúreo con el cristianismo tiene, como era de esperar, importantes barreras que derribar, entre ellas la mortalidad del alma y la no intervención divina, que fueron precisamente las que en su época hicieron que el cristianismo rechazara el epicureísmo pero sí viera con buenos ojos el estoicismo y el aristotelismo.

No obstante sus argumentaciones tienen mucho interés. En su empeño Quevedo acude, entre otros, a algunos de los Padres de la Iglesia (referencias a san Agustín, san Jerónimo y san Ambrosio) y el esfuerzo es tremendamente didáctico y muy interesante de leer, pensando sobre todo en el contexto temporal en el que se escribió.

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