El artista sueco no es que sea uno de mis autores favoritos pero sí me trae buenos recuerdos porque me dejó muchos interrogantes y una huella importante cuando hace muchos años leí Inferno, una obra autobiográfica, extraña, destructiva y subversiva pero magnetizante a la vez. La versión que conservo de Infierno no es la que leí la primera vez (era de biblioteca) sino una de Ediciones Destino (publicada en el año 1989) y que tiene un prólogo de Josep María Carandell digno de ser leído muchas veces, yo he aprovechado estas fechas para releerlo, lo recomiendo. Decía Carandell: “Era un placer observar aquella furia destructora, aquella valentía”. El libro incluye en la portada un fragmento de Marina al claro de luna, una pintura de Strindberg, porque también era pintor, y muy válido.
Como es conocido, Strindberg era un misógino consumado, aunque se casó tres veces, y es, entre otras cosas, uno de los padres del teatro moderno, aunque yo me quedo con Ibsen, además de preocuparse por la alquimia, la teología, el esoterismo... Como tantos otros terminó su vida recluido en su casa y sin recibir visitas porque la esquizofrenia, que marcó su vida y su obra, le hacía desconfiar de todo.
El tema de la locura y la creatividad me interesó desde muy joven y la culpa la tiene Dalí, ya lo he dicho aquí. Dalí era además de muy culto un buen escritor que dedicó muchas obras a disertar sobre la paranoia y el psicoanálisis. Hasta definió un método de creación/interpretación que el denominó paranoico-critico. Ya puse algo sobre el tema y tengo pendiente ir profundizando en ello (ver post).
Es verdad que las personas creativas tienen a veces algo de excéntricos, de genios o de fuera de la norma. Sin embargo, no creo que se haya demostrado hasta ahora que exista una relación entre genialidad y cualquier tipo de trastorno mental, creo que es más bien un mito relacionado con los estados de ánimo del creador. Además, está constatado que el número de genios excéntricos o deprimidos es menor a la de genios completamente sanos, o por lo menos en igual porcentaje que en la población normal.
Como no podía ser menos, una vez hecho el recuerdo a Strindberg, hay que reafirmar que aquí defendemos que precisamente son las emociones positivas las que fomentan la creatividad. No obstante hay que reconocer que las obras de personajes de este estilo tienen una gran capacidad de atracción, seducen por coquetear con los límites de la cordura y, por qué no decirlo, se atreven a transgredir con valentía.