Estas fechas tienen una significación muy especial para mucha gente. Aparte de las consideraciones religiosas, casi todos nos sentimos imbuidos de un sentimiento especial que nos hace sumergirnos en la vorágine de consumismo y alegría obligada por la mera celebración de estas fiestas. Y en esta atmosfera de exceso uno de los factores más importantes, más allá del gastronómico, es la necesidad de hacer regalos.
No sólo regalamos a los pequeños sino que también nos gusta que los adultos disfrutemos de este espíritu haciendo regalos y, por supuesto, esperando con ansiedad los regalos que otros nos puedan hacer. Así que regalemos, porque estas fechas, sobre todo en estos tiempos, pueden ser una buena coartada para compartir algo tan difícil como es el poder disfrutar de momentos agradables, incluso muy alegres, y de repartir felicidad o expresar gratitud.
Pero ¿qué significado tiene hacer un regalo en estos tiempos? Está muy claro que estamos en un entorno de incertidumbre en el que el miedo domina a la esperanza. Pese a ello, parece que los niveles de satisfacción con nuestras vidas se mantienen en general bastante aceptables para lo que está cayendo y es que la positividad sigue siendo una característica del ser humano aunque solo sea por un mero instinto de supervivencia.
Aun así, este entorno hace a las personas muy vulnerables frente a la adversidad y no está de más procurar pequeños momentos de ilusión, para nosotros y para los demás. ¿Qué hacemos pues?, está demostrado que las personas disfrutamos con el contacto con otros, compartiendo nuestra felicidad y ofreciéndosela a los demás. Qué mejor manera que hacer y recibir regalos para incrementar este contacto social y dar ánimos o agradecer todo aquello que los demás hacen por nosotros.
Hacer regalos se convierte así es un acto de doble significación, por un lado disfrutamos cuando nos regalan pero por otro sentimos una gran alegría pensando, buscando y comprando regalos para los demás. Incluso hay personas que disfrutan más haciendo regalos que recibiéndolos.
Al final, la memoria nos gratifica con recuerdos felices de aquellos regalos que nos hicieron de niños, o no tan niños. Es verdad que otras veces no nos acordamos de quién nos regaló algo ya sea porque no nos gustó o probablemente porque no nos dejaría huella, sería recibido en algún punto ciego, como lo denominaba Daniel Goleman. Eso pasa pocas veces con las cosas que realmente nos gustaron o que nos regalaron quienes nos quieren.
Adelante y a comprar regalos con cabeza y a esperar que nos regalen porque es una muy buena fuente de emociones positivas y seguramente nos proporcionará grandes momentos de Flow. No hace falta que sean caros, tienen que llegar al corazón y evitar que se desvanezcan en el punto ciego del olvido.