26 may 2013

La motivación, Capítulo VII. El mecanismo biológico de la activación (Arousal)

Seguimos con la serie de posts sobre la Teoría de la motivación a lo largo de la historia, esta vez analizamos brevemente los mecanismos de activación (Arousal). El concepto de activación se refiere a un proceso múltiple que moviliza al organismo para poner en marcha una determinada conducta. Es la segunda perspectiva biológica de la motivación de la que hablábamos en un post anterior.

Como veremos más adelante, el concepto de activación, sobre todo por su generalidad, ha estado sujeto a distintas interpretaciones de las que aquí veremos las primeras. El objetivo de estas teorías era el estudio de los mecanismos que hacen cambiar el nivel de activación en el organismo de un ser humano y que se consideraba que influían en el comportamiento a través de las expresiones emocionales y la motivación.

Una primera referencia sobre estas teorías suele ser el trabajo por separado de Williams James y Carl Lange (conocida como teoría James-Lange). Ambos consideraban que las emociones eran consecuencia, y no un antecedente, de los cambios fisiológicos que un individuo experimenta como respuesta a una situación concreta de activación. Por ejemplo, si se experimenta una situación de peligro los cambios en el cuerpo, como podrían ser una respiración más acelerada o el aumento de las pulsaciones y de los niveles de adrenalina, son detectados por el cerebro y como respuesta se sentirá miedo.

Una segunda teoría consideraba que el feedback como respuesta a los cambios del cuerpo podía eliminarse sin eliminar la emoción correspondiente. Esto fue lo que propuso el psicólogo de Harvard Walter B. Cannon. Creía no solo que los mismos cambios corporales pueden producir emociones diferentes sino también que los órganos que supuestamente suministraban la información al cerebro no eran tan sensibles como para ser capaces de producirlos y, en todo caso, que los cambios ocurrían tan lentamente que no podían influenciar a las emociones experimentadas.

Cannon y su colaborador Philip Bard proponían que la experimentación de una situación de peligro produce simultáneamente las emociones y los cambios en el cuerpo (teoría de Cannon-Bard). El cerebro a la vez que recibe la información de los sentidos, interpreta emocionalmente el evento pero a la vez prepara el cuerpo para la nueva situación. Así, las respuestas emocionales son las respuestas propuestas para afrontar una situación potencialmente peligrosa. En definitiva, que las emociones anteceden a las conductas.

Ya en el siglo XX los psicólogos americanos Stanley Schachter y Jerome Singer llegaron a la conclusión de que se podían combinar las dos teorías anteriores en la experimentación de las emociones y la motivación. Su teoría cognitivo-psicológica proponía que los cambios corporales necesitan ser evaluados cognitivamente y clasificados de acuerdo con las circunstancias y la experiencia. Una vez que se ha clasificado la activación se determina la emoción que sentimos. De acuerdo con esta visión, experimentamos miedo porque percibimos los cambios en el cuerpo e interpretamos la situación como aquella en la que el miedo es lo más lógico a sentir.

La relación entre los cambios en la activación y la motivación es a menudo expresada como una función de U invertida (también conocida como la ley de Yerkes-Dodson). El concepto básico es que, a medida que aumenta el nivel de activación, el rendimiento mejora, pero sólo hasta cierto punto, más allá del cual los aumentos en la activación producen un deterioro en el rendimiento. Así, se cree que algo de activación es necesaria para un rendimiento eficiente pero el exceso de excitación conduce a la ansiedad o el estrés, lo que afecta al rendimiento.

Por hoy nada más, en un próximo post seguiremos con la activación.

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