Imposible leer todo lo que se ha publicado, aunque si se es muy fan del escritor de Cien años de soledad recomiendo dedicar el tiempo suficiente a leer las contribuciones que se incluyen en el especial que ha dedicado EL PAÍS en su página web. Por cierto, de lo que más me ha gustado es uno del siempre infalible Juan Cruz: Los últimos días de García Márquez.
Volviendo al artículo de referencia, ya he comentado reiteradamente en este blog las muy variadas formas de vivir y entender la felicidad pero en lo escrito por Garcia Márquez me cautivó leer la siguiente original expresión:
"La buena escritura es la única felicidad que se basta de sí misma".
No puedo estar más de acuerdo con él. No sólo eso, en su artículo contando sus temores ante la máquina de escribir da una lección magistral de humildad y empatía con la gente sencilla.
Por supuesto, no es solo la lectura del artículo y la marea de opiniones sobre sus bondades las que me han hecho acercarme al que todo el mundo conocía como Gabo. La lectura de Cien años de soledad, en plena adolescencia, me inyectó el virus de la lectura para toda la vida, una enfermedad crónica que no me importa padecer, es más la alimento conscientemente. Es uno de los libros que más he disfrutado leyendo y de los pocos que he releído a raíz de la edición conmemorativa publicada por la Real Academia Española en 2007.
A través de él también me sumergí en el conocido como boom latinoamericano que devoré y gracias al cual pude disfrutar de otra maravilla como Paradiso de José Lezama Lima, para mí demasiado desconocido y que nada tiene que envidiar al anterior. De hecho, el mismo García Márquez decía que su mejor libro era El otoño del patriarca, pero probablemente estaba equivocado, o no quién sabe, lo que sí es inigualable es la bella atmosfera que se respiraba en Macondo. Obviamente, después vendrían en preferencia otras obras maestras como Rayuela de Julio Cortázar y Pedro Páramo de Juan Rulfo...pero eso ya es otra historia que no viene muy a cuento aquí.