23 jul 2015

Manual para la vida feliz de Epicteto

Hoy me toca hablar sobre el Manual para la vida feliz de Epicteto. Como ya dije en un post anterior, Epicteto no escribió nada, como Sócrates, pero su discípulo Flavio Arriano se encargó de transcribir gran parte de sus pensamientos, afortunadamente.

Es por eso que al leer este libro se tiene que tener en cuenta que no es un reflejo literal de lo que dijo Epicteto sino una transcripción y/o interpretación de sus enseñanzas. Por lo tanto, hay que quedarse con el sentido de los pensamientos, con los conceptos básicos expresados en boca de otro. También hay que tener en cuenta su militancia en la escuela estoica (algún día hablaré de la Estoa, de la que deriva la palabra estoicismo, y de gentes como Crisipo de Solos, un tema interesante), con lo que esto supone, para bien y para mal. Que cada uno elija el mejor sentido para su propio interés, que sin duda lo tiene.

Además, es bueno ser consciente de que este libro no se puede leer sin más y depositarlo en los anaqueles de nuestra biblioteca. No!, se debe tener muy a mano y leerlo como lo que es, como un manual. Finalmente, es aconsejable completar esta lectura con las Disertaciones, asimismo recopiladas por Arriano. De recordar eso y de poner en situación cada uno de los párrafos del libro se encarga Pierre Hadot, que fue uno de los filósofos contemporáneos más experto en el pensamiento griego antiguo. Imprescindibles sus comentarios para ponernos en situación y entender este libro con plenitud.

La idea fundamental del Manual, que comenté en el anterior post, es tan simple como que de las cosas que existen hay algunas que dependen de nosotros (juicios de valor, deseos, aversiones..., que son libres por naturaleza) y otras que no dependen (opiniones de los demás, los cargos, las posesiones..., que se hallan en un estado de servidumbre) y nos resultan ajenas. Tener claro esta clasificación/diferencia significa que no tendremos ningún obstáculo para la libertad y la felicidad, dedicando nuestros esfuerzos solo a aquello que nos pertenece y no a lo que es ajeno. Es lo que llama Epicteto el "discernimiento" entre lo que depende de nosotros y lo que no depende de nosotros.

A partir de esta premisa, Epicteto estructura su discurso en una trilogía análoga a la que utilizó Platón para explicar las tres partes del alma (el conocido como "Mito del carro alado" que aparece en su dialogo Fedro). Platón hablaba de una jerarquía entre el Alma Racional que trata de gobernar, juzgar y conceder su asentimiento tanto al caballo bueno, el Alma Irascible (la voluntad, el valor y la fortaleza), como al caballo malo, el Alma Concupiscente (pasiones, placeres y deseos sensibles). En el caso de Epicteto, como bien señala Hadot, es la razón por entero la que es juicio, impulso a la acción y deseo, las tres al mismo nivel y son precisamente las cosas que dependen de nosotros. El alma racional puede, por tanto, a partir de su elección de vida (que al final es el uso que hacemos de las representaciones) convertirse por sí misma en buena, o mala, porque se realiza de modo independiente.

Hay algo común, para Epicteto, en las tres actividades del alma y es la libertad a la hora de elegir una forma de vida. Y es precisamente ese nivel de libertad lo que supone la clave de la felicidad. Somos libres en nuestros juicios, que obviamente dependen de nosotros porque son las representaciones que nos hacemos de las cosas, pero hay que tener cuidado, advertía Epicteto, porque nos pueden sumergir en un estado de incertidumbre, inquietud y confusión.

Somos también libres en aplicar la regla del discernimiento a las disciplinas del deseo y en nuestro impulso a la acción, donde tiene más razón de ser y ha sido más comentada la teoría estoica, incluida su obsesión por actuar conforme a la naturaleza. Así, por ejemplo, las pasiones se vencen modificando las representaciones y los juicios que las motivan porque de lo que se trata es, según Epicteto, de no dejarse arrastrar y atar por las representaciones.

Podría seguir pero esto se alargaría demasiado y no es plan, lo que quiero que quede claro es que el libro hay que leerlo y tenerlo muy cerca, cosa que se puede decir de muy pocas obras.

Lógicamente hay incursiones en las partes más oscuras o menos convincentes, por lo menos para mí, del estoicismo más puro, en las que no voy a entrar. Como, por ejemplo, cuando recuerda que somos actores que interpretamos un papel asignado por "el poeta que escribió el drama" y nos tenemos que limitar a interpretar correctamente el papel que hemos recibido porque "elegirlo es cosa de otro", bueno...

Para terminar dos frases que me han gustado, unas de tantas:

  • "Si aceptas una tarea que está por encima de tus capacidades, no sólo haces un pobre papel, sino que, además, desatiendes la tarea que sí estarías capacitado para llevar a cabo".
  • "No prestes atención a lo que puedan decir de ti, eso no es asunto tuyo".

Salud y a disfrutar del libro.

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