30 jul 2015

Sócrates de visita en Mérida

José María Pou no es Sócrates, ni Mario Gas es Platón o Jenofonte, ni por supuesto Mérida es el Agora de Atenas, pero no importa, la representación de Sócrates. Juicio y muerte de un ciudadano en el Teatro Romano, dentro del 61 Festival Internacional de teatro clásico de Mérida 2015, consiguió trasportar a los que allí estábamos a la Atenas del año 399 AC. Pudimos sentirnos como si estuviéramos asistiendo al juicio y muerte de Sócrates. Mario Gas lo consigue empleando textos de Platón, Jenofonte y Diógenes Laercio.

Tanto los actores, sobre todo Pou, Carles Canut, que hace de su amigo Critón, y Amparo Pamplona, que interpreta a la mujer Jantipa, como la escenografía, discreta pero tremendamente evocadora, y el entorno consiguen hacerte olvidar de dónde estás y en qué época vives. Solo se sale del trance, en un extraño retorno al presente, en dos momentos en los que Pou, con su maestría disertadora habitual, nos recuerda al principio y al final, y sin cambiar el tono de voz ni interrumpir su discurso, advierte de la inconveniencia del uso de los móviles, las fotos, con o sin flash, o la lectura o envío de mensajes de WhatsApp.

Hacía años que tenía muchas ganas de asistir a alguna representación en el Teatro Romano de Mérida. Este verano, cuando vi en el programa que estaba prevista una obra sobre Sócrates me dije que de esta no podía pasar. Así ha sido y la experiencia difícilmente la olvidaré. Recomiendo encarecidamente ir por lo menos alguna vez al Teatro de Mérida. Para los que no hayan podido ir, recuerdo que esta obra se va a representar próximamente en otros teatros españoles. Actualmente está en el Teatro Romea de Barcelona y en febrero de 2016 estará en el Teatro Español de Madrid.

Ya se sabe que Sócrates no escribió nunca nada. También está ampliamente reconocido que Sócrates es una figura fundamental en el pensamiento occidental. Como Mario Gas señala en su folleto, su búsqueda de la verdad, su indagación, mediante el diálogo, sobre la moral, la honestidad, la justicia, el conocimiento del hombre, partiendo de la asunción del no conocimiento, le convierten en un ser singular y por supuesto, en un ser peligroso para cualquier tipo de hipocresía, ya sea individual, colectiva, o incluso democrática.

Fue acusado de impiedad, de corromper a la juventud y de ir contra las leyes de Atenas y es probablemente el primer ciudadano condenado a muerte en la democracia. Fue en realidad un demócrata represaliado por la propia democracia.

Dos momentos me parecieron de un ambiente dramático insuperable, por destacar algo. Primero, en pleno juicio en el que unos acusan y otros alegan en su defensa, incluido él mismo, un soliloquio de Sócrates con la voz en off del propio Pou mientras él callado gesticula y permanece con la mirada fija en los espectadores. Con voz solemne plantea sus dudas sobre la forma en que está defendiendo sus pensamientos, sobre si habrá actuado en consonancia con sus creencias en defensa de la verdad, la democracia, la justicia, la honestidad y las leyes, o sobre si estará siendo arrogante, su punto débil según decían algunos. Fue algo que hay que vivirlo para sentirlo y todo ello, seguramente, gracias a la maestría escénica de Mario Gas.

Segundo, y sobre todo, la escena en la que llega la hora de la muerte de Sócrates cuando, temprano en la mañana, llega su amigo Critón, más pronto que sus visitas de todos los días. Sócrates se extraña y le pregunta que por qué viene tan pronto. Critón contesta que "Mañana es el día, mañana tienes que poner fin a tu vida" e intenta convencerle para que huya, que soborne a los vigilantes, que escape a ese trágico final. Su respuesta deja pocas dudas alegando que "convenimos que la vida había que vivirla con coherencia, honestidad y justicia. Por eso mismo hay que ser coherente hasta el final". Bebió de un trago la copa con cicuta y le empezaron a pesar las piernas. Como le habían aconsejado, se tumbó boca arriba para esperar la muerte. Dicen que su última frase a Criton fue relativa a un recuerdo de sus deudas: "Critón le debemos un gallo a Asclepio. No seas descuidado y págaselo".

Poco más se puede decir, hay que ir a verlo. Sócrates nunca dejó de creer en los hombres, a los que animaba: "Sed felices y respetuosos". Defendió que un hombre que ha dedicado su vida a la filosofía debía mostrarse animoso ante la muerte y así lo hizo en contra de su vida.

Como ha dicho Pou en alguna de las entrevistas que le han hecho estos días, la obra presenta a Sócrates, del que decían que era bajo, gordo y feo, como un ciudadano que se hace preguntas para provocar nuevas preguntas y que le gustaba sobre todo hablar, discutir y razonar. En conjunto la obra es un canto enorme a la libertad de poder hablar sin cortapisas, de poder decir cada uno lo que quiera, un texto muy necesario hoy en día.

Para terminar un pensamiento de Sócrates que aparece en los textos de referencia:

"No me canso de deciros que la virtud no viene de las riquezas, sino, por el contrario, que las riquezas vienen de la virtud, y que es de aquí de donde nacen todos los demás bienes públicos y particulares.

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