17 may 2019

La conciencia vista por Oliver Sacks como un río

En el anterior post sobre el libro póstumo de Oliver Sacks, El río de la conciencia, (Ver post), anuncié que iba a hablar más sobre el capítulo que da nombre al libro "El río de la conciencia". Por su interesante contenido creo que merece la pena detenerse un poco más en lo que Sacks plantea sobre la conciencia.

En otro de los capítulos del libro, el dedicado a la "Velocidad", ya habla Sacks de la percepción del tiempo, para lo cual se apoya en las teorías de William James. En el capítulo titulado "El río de la conciencia" Sacks introduce un tema crucial como es la pregunta de si el tiempo, y la conciencia, en que vivimos es continuo o es una sucesión de momentos discretos. Para ello, además de constantes referencias a James, utiliza la descriptiva frase de J. L. Borges: "El tiempo es la sustancia de la que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata pero yo soy el río".

Hasta la década de 1970 el estudio científico de la conciencia era un tema casi intocable, afirma Sacks, pero ahora se ha convertido en una preocupación central para científicos de todo el mundo. Gracias a que ahora es posible monitorizar al mismo tiempo muchas neuronas individuales se puede examinar la actividad y las interacciones de grandes zonas del cerebro.

Según estas investigaciones parece que lo que vemos es una sucesión de momentos que permiten al cerebro detectar y computar el movimiento observando las pequeñas diferencias de un momento a otro y así calcular la dirección y velocidad del movimiento. Pero nosotros no solo calculamos el movimiento en el cerebro sino que también lo percibimos. Para Sakcs se trata de una experiencia cualitativa única que resulta vital para nuestra conciencia porque se produce una transformación de una computación cerebral objetiva en una experiencia subjetiva.

Así, gracias a estos avances actualmente el cerebro se ve no como algo rígido, programado como un ordenador, sino con una visión más biológica, según la cual la experiencia conforma la conectividad y función del cerebro, siempre dentro de unos límites fisiológicos y genéticos.

Nada mejor que las palabras de Sacks para explicar este interesante tema, partiendo de los estudios de la conciencia de los animales. Dice Sacks: "Desde esa conciencia primaria relativamente simple saltamos a la conciencia humana, con la aparición del lenguaje y la conciencia de uno mismo, y una sensación explícita de pasado y futuro. Y esto es lo que otorga una continuidad temática y personal a la conciencia de cada individuo".

Y ¿cómo es que de los muchos sucesos que se producen a nuestro alrededor percibimos o nos fijamos durante un momento en unos determinados?, se pregunta Sacks. La conciencia es siempre activa y selectiva, está cargada de sensaciones y significados que son sólo nuestros, que conforman nuestras elecciones y fusionan nuestras percepciones. Detrás de las percepciones siempre hay reflexiones, recuerdos y asociaciones.

Finaliza el capítulo con una magistral descripción (de la mano de William James) de cómo se mantienen unidos nuestros fotogramas, "nuestros momentos momentáneos", es decir, cómo si todo es transitorio alcanzamos la continuidad: "Nuestros efímeros pensamientos no deambulan por ahí sino que cada uno tiene su propietario y lleva su marca, y cada pensamiento nace propietario de los pensamientos que lo precedieron, y muere poseído, transmitiendo todo lo que reconoció como su Yo a su propietario posterior. De manera que no se trata tan sólo de momentos perceptivos, de simples momentos fisiológicos -aunque estos subyacen a todo lo demás-, sino de momentos esencialmente personales que parecen constituir nuestro mismísimo ser".

La conclusión de Sacks enlaza con el inicio del capítulo, es decir: "no somos más que una colección de momentos aun cuando esos fluyen sin interrupción como el río de Borges".


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