25 sept 2019

El arte de la prudencia entre la religión y la razón de estado

Este verano empecé con muchas ganas el libro La extraordinaria difusión del arte de la prudencia en Europa de Marc Fumaroli. Es un estudio de este catedrático de la Sorbona acerca de la publicación en Francia de una traducción particular del Oráculo manual y arte de la prudencia de Baltasar Gracián. El Oráculo es un libro que siempre me ha gustado tener a mano y releer así que la perspectiva era muy halagüeña.

Sin embargo, la experiencia no ha sido lo que me esperaba porque no es un libro fácil de leer, es demasiado denso, algo repetitivo y excesivamente prolijo en sus referencias a los numerosos conflictos ideológicos y políticos que coincidieron en esa época. Al final uno se queda con la sensación de que del Oráculo y de su traducción se habla poco y sí mucho, en exceso quizás, de su contexto.

Su lectura es complicada por la densidad de los contenidos pero a la vez atractiva por la abundante información que ofrece sobre acontecimientos históricos fundamentales, casi se podría decir que es más un libro de consulta. Sin embargo, como ya he dicho, esta abundancia de información produce, parece que deliberadamente, repeticiones casi obsesivas sobre las diferencias entre ambos manuales, el original de Gracián y la traducción bastante libre que con el título de L´Homme de Cour hizo y publicó en París Amelot de la Houssaie, un publicista con una biografía poco conocida, salvo por la traducción de Gracián y Maquiavelo, al que Fumaroli dedica quizás demasiado espacio.

El autor de la traducción era un antijesuita que hizo una interpretación muy personal y politizada, pues incluso incluyó una epístola dedicada al rey de Francia Luis XIV, con lo que los objetivos de Gracián, un jesuita sin ánimo de alabar la monarquía, fueron reinterpretados y distorsionados. El hecho es que gracias a esta traducción el libro se dio a conocer en toda Europa, a pesar de que ya se había traducido con anterioridad en Italia, porque en aquella época el francés era el idioma que tenía más influencia cultural. Además, incluye Fumaroli las referencias sobre Gracián que hicieron grandes admiradores o detractores, entre ellos Schopenhauer, que hizo su propia traducción publicada póstumamente, Nietzsche, Lacan, Montaigne, Croce, incluso Borges.

Es sobradamente conocido que el Oráculo de Gracián (publicado con seudónimo, para evitar la censura de sus propios compañeros jesuitas, con el subtítulo de "Sacada de los aforismos que se discurren en la obras de Lorenzo Gracián") incluye trescientas recomendaciones en forma de aforismos comentados sobre cómo prosperar mediante la prudencia y la experiencia en una sociedad en decadencia. Un manual laico sobre el arte de vivir para todos los individuos, con independencia de su estatus social. A pesar de estar escrito por un clérigo sus ideas se basaban más en la experiencia y la razón que en la piedad en una España que según Menéndez Pelayo, como recuerda Fumaroli, era un pueblo de teólogos. Por contra, y esta es una de las principales diferencias repetidas en este libro hasta la saciedad, Amelot no solo lo traduce sino que lo adapta al entorno más político de Francia.

Un mérito que se debe reconocer, sin duda, es que el libro pone en contexto de una forma rica y exhaustiva la época en que la obra de Gracián y la traducción al francés fueron publicadas. Una época de conflicto entre la razón y la fe que dividió Europa. Fueron tiempos en los que coinciden acontecimientos como la reforma protestante, las polémicas teológicas en el catolicismo a raíz de la celebración del Concilio de Trento, las discusiones entre jesuitas, tomistas, agustinianos, jansenistas, o los debates políticos tras la publicación de El Príncipe de Maquiavelo.

Debido a esta confluencia de acontecimientos, el autor se ve impelido a incluir numerosas referencias a autores que apoyaron o criticaron estos manuelas, a hechos históricos en Europa, sobre todo en Francia, y a adentrarse en prolijas y repetitivas descripciones que complican la lectura, por ejemplo sobre: las luchas teóricas entre católicos y protestantes y entre aquellos entre sí; las diferencias entre las teologías de la libertad relativa del hombre y las de la libertad absoluta de Dios; el humanismo frente al antihumanismo; el estado laico de Maquiavelo y la lucha de la iglesia por el poder político; la ciudad de Dios de san Agustín frente a la maquiavélica ciudad del diablo, etc.

Para finalizar quisiera incluir un párrafo del capítulo final, en el que a modo de conclusiones vuelve a temas ya tratados, como muestra del tono erudito y espeso de buena parte del libro:

"La pedagogía (y la óptica) a base de pequeños toques epigramáticos que se corrigen los unos a los otros, en una palabra, el puntillismo tal como lo pone en práctica Gracián en el Oráculo manual, escapan a la univocidad y a la generalidad de la demostración lógica, impotente para captar unas irisaciones de la experiencia temporal, para tener en cuenta la extrema diversidad de las coyunturas y de las situaciones a las que la experiencia está expuesta y para recuperar la pluralidad no menos extrema de las formas humanas de aprehensión del mundo, que no se reducen a la razón analítica, sino que pasan por la memoria, el entendimiento y la voluntad, dueñas de la imaginación y los sentidos, e inspiradas por el corazón".

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