11 nov 2019

Vivir después de asumir una perdida

Acabo de terminar el último libro (y parece que definitivamente será último) de Fernando Savater, La peor parte. Lo he disfrutado tanto que, al contrario de lo que suelo hacer, que es leer varios libros a la vez, lo leí en exclusiva y tan deprisa que me tomé unos días de descanso para madurar lo ya leído y afrontar el último capítulo, el más dramático, donde narra los últimos nueve meses de la trágica agonía de su relación amorosa.

El libro recoge las reflexiones de Savater sobre su vida junto a Sara Torres Marrero, conocida como Pelo Cohete, que fue su pareja, su gran amor durante los últimos 35 años de la vida de ella. Es una lectura muy recomendable porque ofrece una imagen de Savater muy humana, diría que sorprendente para los que no le conocemos personalmente.

Probablemente lo he leído en un momento en el que he podido apreciarlo mejor, nunca pensé que él tuviera tanta sensibilidad y fuera capaz de tanto amor, de tanta ternura y cariño. Sinceramente, tenía otra imagen de él, y eso que he leído muchos de sus libros, desde que me atrapara con aquel estupendo Ética para Amador.

Lo más reconfortante ha sido comprobar cómo una persona conocida como Savater es capaz de amar tanto, de valorar los pequeños detalles, de ver la belleza en cada esquina, amar sin medida y gritarlo a los cuatro vientos sin pudor y con la máxima transparencia y sinceridad. Todo ello es posible en Savater sin caer en la cursilería o parecer un discurso pomposo.

Me he quedado muy a gusto con este libro, probablemente no sea una perfección en cuanto a forma o literariamente, incluso el final es un poco abrupto, para mi gusto, pero creo que ese no era el objetivo del libro sino transmitir. Y vaya que si lo consigue, trasmite, emociona y motiva para vivir una vida así y luego recordarla, reconociendo que ya no se tienen ganas de vivir pero eso no significa que se quiera uno morir. Este párrafo es antológico:

"Ese amor no quiere amortiguarse tras la pérdida irreversible de la persona amada, sino que se descubre más puro, más desafiante, más irrefutable, al convertirse en guardián de la ausencia. También infinitamente, desesperadamente doloroso. Pero el amante no querría a ningún precio que una especie de Alzheimer sentimental le privase de ese sufrimiento que es como el piloto encendido de su pasión que sigue en marcha, lo mismo que nadie accedería a ser decapitado para curarse una jaqueca. Un amor que no desazona y perturba cuando está vivo, que no aniquila cuando pierde irrevocablemente lo que ama, puede ser afición o rutina, pero no auténtico amor".

O este otro en el que manifiesta su total desazón pero su disposición a aguantar viviendo con ese sentimiento:

"Ahora tengo que acostumbrarme a ir tirando, tirando de mí mismo, de residuos del pasado. Puedo jurar con la mano en el corazón que no he vuelto a ser feliz de verdad, íntimamente, como antes lo era cada día, ni un solo momento desde que supe de la enfermedad de Pelo Cohete. No sé cuánto durará esta sequía atroz, porque creo que es imposible vivir así. Para mí, imposible".

No hay mucho más que escribir sobre este libro porque tendría que reproducir aquí muchas frases geniales así que lo mejor es recomendar su lectura y comprobar que se puede vivir, como dice él, sin alegría, no queda otra y forma parte de nuestra naturaleza.

Como despedida: "Además, para quien de verdad ha amado y ha perdido la persona amada, el amortiguamiento del dolor es la perspectiva más cruel, la más dolorosa de todas".

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