Como años anteriores, siguiendo una iniciativa de la Asamblea General de las Naciones Unidas del año 2012, se ha publicado el World Happiness Report 2020 (Descargar documento), haciéndolo coincidir con el Día Internacional de la Felicidad, el 20 de marzo. Aquí voy a tratar de resumir algo de lo que se incluye en el documento, siempre de gran interés.
Este año el informe se centra en el medio ambiente, en sus tres aspectos: social, urbano y natural. En cada uno de ellos se analiza cómo influyen en la felicidad y se compara entre ellos. El ranking de países más felices se repite una vez más, con ligeros cambios. El país más satisfecho es nuevamente Finlandia, seguido de Dinamarca, Suiza, Islandia, Noruega, los Países Bajos y Suecia. España ocupa el lugar 28, avanza dos puestos con respecto al año pasado.
En el apartado de "Social Environments for Happiness", se utilizan seis factores para explicar la felicidad, y cuatro de ellos miden diferentes aspectos del entorno social: tener a alguien con quien se pueda contar; tener una sensación de libertad para tomar decisiones clave en la vida; generosidad; y confianza. En el mismo capítulo se profundiza en los efectos que la desigualdad tiene en la felicidad y cómo cuenta un buen ambiente social para reducir la desigualdad. La conclusión es bien clara: la desigualdad en el bienestar reduce significativamente las puntuaciones, lo que sugiere que las personas son más felices cuando viven en sociedades con menos disparidad en la calidad de vida.
Además, se analiza qué determina la desigualdad del bienestar y cómo los efectos de las desgracias (mala salud, discriminación, bajos ingresos, desempleo, separaciones o divorcios, viudez, seguridad en las calles...) son amortiguados por la fuerza y la calidez del tejido social. Estas consideraciones explican por qué los niveles más altos de confianza social e institucional son especialmente importantes para aumentar la felicidad y reducir la desigualdad, aspectos que explican la posición privilegiada en cuanto a felicidad de los países nórdicos.
Esta es la clasificación este año en sus primeros puestos:
En el apartado de "Urban Happiness", no solo se analiza la felicidad de la vida en las ciudades en todo el mundo sino que también se compara con otros habitantes que viven en el mismo país pero en las zonas rurales. Tres hechos clave son evidentes en el informe. Primero, las clasificaciones de ciudades y países son esencialmente idénticas. En segundo lugar, en la mayoría de los países, especialmente en los niveles más bajos de felicidad nacional, los habitantes de las ciudades son más felices que los que viven fuera de las ciudades. En tercer lugar, la ventaja de la felicidad urbana es menor y a veces negativa en países en la parte superior de la distribución de la felicidad. Aunque en algunos países más ricos la población rural es más feliz que su contraparte urbana, las ciudades que combinan mayores ingresos con altos niveles de confianza y conexión social tienen menos probabilidades de que sus evaluaciones caigan por debajo del promedio nacional a medida que se vuelven más ricas.
Esta es la clasificación de las ciudades. La primera es Helsinki, mientras que Madrid aparece en el lugar 48 y Barcelona en el 50:
En los capítulos dedicados al "Sustainable Natural Environments" se señala en primer lugar el aumento generalizado en el interés por proteger el medio ambiente. Los autores del informe, mediante encuestas a miles de personas, han encontrado efectos negativos significativos en las evaluaciones cuando existen problemas con la concentración de partículas en el aire. Asimismo, cuentan como factores relevantes en positivo: la cercanía a ríos, lagos, canales y espacios verdes, la calidad del aire y los niveles de ruido. El clima también tiene un efecto en el estado emocional, con mejores estados de ánimo bajo el sol, con cielos despejados, vientos suaves y temperaturas cálidas. Los estados de ánimo eran mejores al aire libre que en el interior, y peor en el trabajo.
En otro capítulo se da un paso más y se analiza no solo el entorno natural más inmediato sino también el entorno a más largo plazo, principalmente probando los vínculos entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (Sustainable Development Goals, SDGs) y las evaluaciones sobre la calidad de vida actual de las personas. El principal hallazgo empírico es que las diferencias internacionales para alcanzar los SDGs están correlacionadas positiva y fuertemente con las diferencias internacionales en las evaluaciones de la calidad de vida, aumentando aún más rápido entre los países más felices.
De todo lo anterior, las conclusiones del estudio van en la línea de lo dicho para los países nórdicos, las personas son más felices cuando confían entre sí y en las instituciones que comparten, y se preocupan por el bienestar de los demás y por el medio ambiente. Tales actitudes se extienden también hasta abarcar esa preocupación por otras partes del mundo y por las generaciones futuras. Esta confianza permite pensar que las acciones requeridas para lograr los objetivos de desarrollo sostenible a más largo plazo tienen más probabilidades de cumplirse en aquellos países que tienen niveles más altos de confianza social e institucional.