Cada día se habla más de la psicología positiva, bien!, pero, precisamente por eso, se empieza a frivolizar con sus objetivos e instrumentos para caer nuevamente en la creencia de que se está hablando de algo así como un ejercicio de autoayuda, o se van filtrando de forma casi imperceptible métodos cuasi-esotéricos o espirituales que prometen y aseguran la felicidad de forma oportunista.
Es lo que suele pasar cuando muchos se quieren unir al carro del éxito. Pero en este caso hay que dejar claro que la psicología positiva es una corriente profesional dentro de la psicología que no pretende catequizar a nadie, ni crear sectas dogmáticas contra otras ideas científicas. Se trata, y cada vez más, de psicólogos experimentados que tras muchos años de trabajo tratan de añadir un nuevo enfoque a las intervenciones profesionales, que pretenden reinterpretar conceptos existentes para proponer soluciones novedosas, nada más.
No es otra psicología sino que promueve ampliar el foco de estudio incluyendo no solo el estudio de la enfermedad mental o de los rasgos negativos sino también las emociones positivas y los rasgos de la personalidad que puedan contribuir al bienestar.
Simplemente, se trata de que estos profesionales piensan que durante mucho tiempo la psicología ha tratado exclusivamente con las patologías del ser humano, focalizado en lo negativo, ignorando o explicando superficialmente otro tipo de emociones o virtudes.
Pero tampoco es una psicología centrada solo en los aspectos positivos sino que trata de ofrecer una síntesis entre los aspectos negativos y los positivos de forma equilibrada para, insisto, contribuir al bienestar de forma científica.
En definitiva, no es una teoría advenediza que plantea utopías ni paraísos terrenales, ni tiene la fórmula mágica para hacernos felices a todos, ni por supuesto es una más de las soluciones de autoayuda que venden fórmulas de felicidad al instante que lo único que pretende es hacer negocio con la ingenuidad de la gente.
Ya hace tiempo me pasó una anécdota curiosa cuando buscaba en El Corte Ingles de la calle Preciados (Madrid) un libro de Seligman. Al preguntar a una dependienta me contestó que estaba en el apartado de "Autoayuda" y al comentarle me extrañeza porque debería estar en psicología me contestó "Ah, no sé, tendría que hablar con el encargado, pero no está".
Este tipo de confusión está creciendo en paralelo con el éxito profesional de la psicología positiva pero desde aquí pondré mi granito de arena para evitar que eso suceda. Lucharé para contribuir a que sus ideas se implanten no sólo en los ámbitos académicos sino también en la educación y en la vida cotidiana de los ciudadanos.