Recientemente he leído varios artículos y referencias a los estudios que se están realizando sobre la influencia de las emociones positivas en la salud y la calidad de vida. Es un tema que ya he tratado aquí pero los progresos parecen ir confirmando y demostrando científicamente, y con datos medibles, que esta relación existe y que aquellas personas que con frecuencia experimentan emociones positivas viven vidas más largas y saludables. Recientemente venía en The Economist (ver artículo) una referencia a un trabajo muy interesante de Barbara Fredrickson que me siento obligado a recoger aquí.
Este tema ha sido tradicionalmente poco estudiado por los profesionales de la medicina, siempre reacios a ello salvo el reconocimiento de la existencia del efecto placebo. Pero, afortunadamente, parece que se están llevando a cabo estudios más serios y ese es el caso del realizado por Barbara Fredrickson y Bethany Kok en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, recientemente publicado en Psychological Science.
El estudio ha tenido como protagonista al nervio vago, que va desde el cerebro hasta varios órganos del tórax y el abdomen, incluyendo el corazón. Fredrickson y Kok se han basado en algunos estudios realizados sobre este nervio para tratar de buscar el eslabón perdido entre la salud emocional y el bienestar físico, particularmente buscando el circulo virtuoso entre las emociones positivas y el "tono vagal".
Se sabe que entre las tareas de este nervio se encuentra la de enviar señales al corazón para que baje su ritmo en los momentos en que estamos en calma o con una sensación de seguridad. Una manera de medir su eficacia es contar las pulsaciones en los momentos en que se respira (inhalar y exhalar). Una situación sana y estable debe producir un ligero aumento de las pulsaciones al aspirar y un ligero descenso al expirar. La diferencia es el tono vagal y es un índice que da idea del estado de salud, pues valores bajos se producen en estados de inflamación o ataques cardíacos mientras que se ha demostrado que niveles altos están relacionados con emociones positivas en general y es un síntoma de la capacidad de una persona para luchar contra los malos sentimientos.
Con estas premisas Fredrickson y Kok han realizado un experimento con 65 empleados de la Universidad. Se les midió el tono vagal al principio del experimento y al final, nueve semanas después. Durante el experimento a los voluntarios se les solicitó entrar todos los días en una página web, creada al efecto, y dejar constancia de las emociones sentidas durante el día mediante una escala de 1 a 5. Debían valorar nueve emociones positivas (alegría, amor, esperanza, etc.) y once negativas (ira, aburrimiento, disgusto, etc.). Además, la mitad de ellos, elegidos al azar, fueron invitados a realizar talleres con una especialista en técnicas de meditación para inculcarles sentimientos positivos hacia ellos mismos y hacia los demás. Se les pidió que meditaran todos los días y dejaran constancia del tiempo dedicado cada día a la meditación.
Descubrieron que el tono vagal había aumentado significativamente en las personas que habían meditado mientras que prácticamente no había variado nada en las que no lo hicieron. Entre los que sí meditaron, los que comenzaron el experimento con las más altas puntuaciones de tono vagal tuvieron los mayores incrementos en las emociones positivas. Sin embargo, los que habían meditado pero empezaron con puntuaciones bajas prácticamente no mostraron incremento en su tono vagal.
La conclusión de estas dos investigadoras es que un tono vagal alto hace que sea más fácil generar emociones positivas y esto, a su vez, impulsa el tono vagal a aumentar. Se trata de un bucle de retroalimentación positiva propio de las personas emocionalmente positivas. Indica también que las personas negativas son más incapaces de generar este bucle y sus efectos. Seguro que estudios posteriores avanzan en la manera de conseguir que aquellos que tienen una perspectiva negativa sobre la vida puedan mejorar su estado mental y su salud.