El otro día estaba en el Metro de Madrid, como casi siempre iba leyendo el periódico, que por cierto soy de los pocos que quedan que lo van leyendo, en versión papel, en el Metro o en cualquier transporte público. Como digo, iba leyendo pero no pude evitar oír la conversación de una pareja que iba cerca de mí, discutían sobre si el calor influye en la ganas de hacer cosas y utilizaron en varias ocasiones la palabra motivación. Pensé que era una buena oportunidad para escuchar, disimuladamente, y mereció la pena.
Como el trayecto fue un poco largo, hubo tiempo para que cada uno expusiera sus ideas y yo, de vez en cuando, pasaba página para dar realidad al momento. Eran dos chicos jóvenes con buenas maneras discursivas y al final fue un placer poder haber asistido pasivamente a la conversación. Cuando se bajaron me quedé un poco pensativo y con el propósito de plasmar algo de lo que allí hablaron en mi blog, porque es verdad que puede ser un tema interesante, sobre todo en esta época del año.
Lo bueno y lo constructivo de una discusión, sin acritud y sin faltar al respeto al contrincante, es que se defiendan posiciones diferentes y, al final, se pueda llegar a un principio de consenso, sin que necesariamente se tenga que convencer al otro o haya que cambiar de ideas radicalmente.
Uno de ellos, basado en lo que había leído en la prensa hacía poco, defendía la idea de que, y siempre según la voz de los expertos, con las altas temperaturas se producen los típicos síntomas de cansancio o somnolencia, que se conoce con el término de astenia primaveral, porque se suele producir cuando empiezan los calores y el cuerpo no está todavía muy habituado al nuevo clima. A raíz de eso, tendemos a la desmotivación y todo nos cuesta más. Incluso en algunos casos se pueden producir síntomas de irritabilidad y afecta a la sexualidad, las relaciones sociales y en la salud. Este lo presentaba como algo inevitable y que hay que pasarlo todos los años con el cambio de estaciones.
El otro, asumiendo eso decía su amigo sobre la influencia del clima en nuestro comportamiento, defendía la idea de que la motivación tiene la suficiente fuerza motora (utilizó esta expresión) para contrarrestar estos síntomas y hablaba de dos formas para combatirlo, todo ello poniendo ejemplos personales, con sus pequeños trucos.
Primero, con la mente, y lo concretaba en la constancia y fuerza de voluntad junto con una actitud proactiva para emprender nuevas tareas, no buscando excusas o justicaciones para no hacer lo que tenemos que hacer. Segundo, ayudando a nuestro organismo con la alimentación adecuada, tanto en cuanto a nuestras necesidades como a las costumbres horarias, el deporte y cuidando mucho los hábitos a la hora de dormir.
Me pareció todo muy interesante pues alternativamente debatían sobre si les costaba hacer algo después de comer, sobre todo si era fuera y en cantidad, sobre las horas de sueño, la necesaria hidratación, algunos consejos de otros expertos sobe el peligro de largos ayunos y la posibilidad de sufrir hipoglucemias, el deporte y a qué horas, la pereza, el deseo, etc.
Cuando se bajaron creo que el punto de coincidencia estaba cercano porque ambos reconocían parte de verdad en las palabras del otro. Quedó en mi cabeza una de las últimas frases sobre la voluntad, en el sentido de que también se trabaja y educa, qué gran verdad!
En suma, una delicia de conversación que me pareció muy interesante y lejos de lo que se suele escuchar en estos ámbitos. En cierta forma, me parecieron posiciones complementarias y me resulta difícil tomar partido por uno de los dos, ¿qué opináis?