En varias ocasiones hemos hablado aquí de la toma de decisiones (Ver). A lo largo de nuestras vidas la toma de decisiones es constante, alguien dijo, y si no lo digo yo, "vivir es decidir", o viceversa. Y según esas decisiones nuestra vida puede ir en uno u otro sentido. Es por ello que no está demás aprender a tomar decisiones, es fundamental. Aquí van algunas reflexiones sobre los errores que solemos cometer.
Lo primero de lo que hay que ser conscientes es que nos vamos a equivocar muchas veces. No hay problema, lo importante es aprender de los errores y tomar nota para la siguiente ocasión en la que haya que tomar una decisión, de ahí aquello de que "del viejo el consejo" y es que los viejos, la tercera edad que diríamos ahora, son los que más se han equivocado no es porque sean más listos, en todo caso sería al contrario debido a la perdida de facultades.
Si establecemos esta premisa, lo que hay que tener es valentía para tomar las decisiones sin miedo a la equivocación. Tampoco se trata de precipitarse hacia lo primero que se nos ocurra, la intuición es buena pero solo a veces, otras...mejor tomar un poco de tiempo. Lo mejor, como en casi todo, es un término medio. Hay un conocido profesor de inglés, me estoy refiriendo a Richard Vaughan, que constantemente anima a perder el miedo a hablar inglés, y la toma de decisiones es algo parecido, mediante la repetición de lo que se conoce como "parálisis por análisis". Errando se aprende.
Relacionado con esto, y hablando del caso contrario, la precipitación muchas veces se produce porque no se tiene en cuenta todas las consecuencias que se pueden desencadenar por una decisión mal tomada. Se debe decidir cuando se está seguro de que se han considerado todas las alternativas, pero, insisto, sin paralizarnos por demasiado análisis.
En este proceso de análisis de las consecuencias, un error común es aferrarse a las propias convicciones, lo que a veces es difícil de superar, como se suele decir: "Sostenella y no enmendalla". Esto es cierto pero hay que intentar huir de ello, huir del autoengaño que nos puede hacer creer que las cosas van a ir de la forma que nosotros queremos más que lo que racionalmente se puede esperar.
Si además para tomar decisiones consultamos a varias personas cercanas el problema se puede agravar, hay que saber seleccionar un número de personas de confianza a las que podamos consultar pero pocos y bien elegidos, si no estaremos otra vez en proceso de paralización. Y si la decisión se debe tomar en grupo, más allá de jerarquías, ojo con dejarse guiar por liderazgos tóxicos o modas sin consistencia.
Un tema final se refiere a la manera de ser de cada uno. Hay personas más arriesgadas y otras mucho más retraídas y eso repercute en la forma de tomar las decisiones. Para tomar una buena decisión debemos esforzarnos por no dejar que esos personalismos no paralicen. Y una vez que se ha decidido no nos olvidemos de llevarlo a adelante porque hay veces que alguien nos convence a última hora o por otras circunstancias se retrasa la decisión, la conocida procrastinación tan española, y no se llega a buen término.