En un templo budista cerca de Hue, la antigua capital de Vietnam, Thich Nhat Hanh, de 92 años de edad, espera el final de su vida y por lo tanto, según sus creencias, la transición silenciosa hacia la eternidad. Thich Nhat Hanh es el pionero de lo que se conoce como mindfulness, una forma de meditación o, según se considere, una técnica para prestar toda la atención posible en lo que hacemos en nuestra actividad diaria.
Como enseña el budismo, Nhat Hanh ha vuelto a Vietnam para ofrecerse en ese tránsito allá donde tiene sus raíces. Está de vuelta en el templo donde hizo sus votos a los 16 años, después de 40 años de exilio. El monje está muy enfermo, a consecuencia de un derrame cerebral en 2014, pero se niega a que le receten ningún medicamento. Se encuentra, en consonancia con sus ideas, en espera de la liberación de la naturaleza cíclica de la existencia, en su tránsito hacia la eternidad.
Su vuelta se produce con polémica por sus controvertidas visitas anteriores a Vietnam que despertaron algunos recelos por, según algunos, su poca beligerancia contra el régimen opresor en su país y los sufrimientos de la guerra de Vietnam. Lo hace también a sabiendas de que su imagen será seguramente usada políticamente por el régimen comunista. Sin embargo, otros tienen opinión diferente y lo cierto es que su prestigio no ha hecho más que crecer.
Este prestigio se basa en una biografía cargada de hechos relevantes. En un reciente artículo de la revista TIME, de la que he extraído la fotografía del principio, aparece una detallada biografía para los que estén interesados (Ver artículo).
Realizó sus estudios de ciencias en la Universidad de Saigón, donde estableció una comuna que en la guerra sería destruida por los propios vietnamitas del Sur. Impartió clases de budismo en las universidades de Columbia y Princeton, entre 1961 y 1963, pero regresó a Vietnam para convertirse en un activista contra la guerra, arriesgando su vida con otros voluntarios para ayudar a las comunidades devastadas por la guerra. Allí se negó a tomar partido, haciendo enemigos tanto de Vietnam del Norte como del Sur. Su reputación creció en el exilio a través de canciones basadas en sus poesías contra la guerra. En 1967 fue nominado por Martin Luther King para el Premio Nobel de la Paz.
Desde su llegada el 28 de octubre de 2018 ha realizado alguna aparición en una silla de ruedas ante numerosos peregrinos que acuden a verlo. Según dicen, el maestro Zen (Thay como le llaman usando la palabra vietnamita que significa profesor) no puede hablar y parece que en cualquier momento puede dar su último suspiro.
En sus más de 70 libros (por ejemplo Your True Home, Peace Is Every Step o Miracle of Mindfulness) enseñó que todos podríamos encontrar la felicidad en las cosas más simples, por ejemplo pelando una naranja o bebiendo té. Enseñó, y es la esencia del mindfulness, que no hay por qué pasarse años de aislamiento en la cima de una montaña para beneficiarte de la sabiduría budista. Al contrario, simplemente tomando conciencia de nuestra respiración y, a través de ello, viviendo el momento presente, en donde las actividades cotidianas pueden adquirir una vertiente alegre y milagrosa. Si se está atento, con mindfulness en el aquí y el ahora, la ansiedad desaparece y se afianza la intemporalidad, permitiendo que emerjan nuestras cualidades más elevadas. Él señalaba como máximas cualidades la bondad y la compasión.
Es reconocido ampliamente que el enfoque de Nhat Hanh ha tenido éxito comercial en parte porque es menos exigente que la meditación más rigurosa defendida por el otro gran exponente del budismo en Occidente, el Dalai Lama. Pero la base filosófica es la misma: mindfulness y compasión.
Yo, evidentemente, no creo en el budismo. Pero no se puede obviar que más allá de religiones, monoteístas o politeístas, que premian o castigan, en el caso del budismo estamos hablando más de una filosofía que de una religión, y de una filosofía que pone al ser humano como centro de sus creencias, todas ellas muy útiles para los que tenemos una mente más occidental, creyentes o no.