28 feb 2019

La motivación y la gestión del amor

El otro día estuve hablando con unos amig@s del tema del amor y su relación con la motivación, un tema tan interesante como subjetivo y complejo. La cuestión que se planteaba previa a toda discusión era sobre si el amor es algo real, tangible, o es solamente pura imaginación de nuestra mente en la que idealizamos el objeto amado. En este post intento resumir lo que hablamos.

Cuando hablamos de amor lo hacemos en forma extensa porque amor puede existir en relación con otras personas, ya sean estas del mismo o diferente sexo, raza o edad y, por supuesto, de diferentes ideas políticas o religiosas o condición social. Pero también puede ser a un objeto o a otros seres vivos, como pueden ser animales de compañía o plantas. Pero ahora nos vamos a centrar en una relación de amor entre dos seres humanos.

Ya hablé del amor en este blog en otras ocasiones. Por ejemplo, de lo que opinaba Fromm (Ver post) del amor, que viene muy relacionado con lo que vendrá a continuación. Veía el amor como solución para los seres humanos a su conciencia de soledad, cuestión opinable. Además, sostenía su convicción de que quien alcanza la madurez psíquica ama tanto para dentro como para fuera, con una mirada subjetiva y objetiva.

Así, sea lo que sea el amor, algo real o una imaginación, cuando amamos o nos aman se produce una sensación de placer que nos proporciona seguridad y la motivación necesaria para dar lo mejor de nosotros. Es pues un motor de motivación y de bienestar que influye directamente en la autoestima. Incluso se ha descubierto con las nuevas técnicas de exploración por imágenes la influencia del amor en el cerebro, afectando en la inhibición de determinadas estructuras cerebrales relacionadas con las emociones negativas.

Pero el amor tiene, como tantas otras cosas, su evolución y sus tiempos: el inicio, su consolidación y su desvanecimiento. En las tres fases además de la motivación provocada en nosotros mismos, ya comentada, existe una motivación que podríamos denominar de conservación o de gestión del amor. La motivación se convierte así en factor fundamental para modular las fases del amor y su propia existencia o finalización.

Entre las muchas clasificaciones que se han hecho de la motivación me permito elegir una muy particular y que servirá para explicar lo que quiero, siempre a riesgo de simplificar pero un post no da para mucho más. En el caso de la conservación del amor creo que se podría hablar de la motivación intrínseca o extrínseca, de las dos hemos hablado ya en este blog.

Si el amor es una idealización que hacemos del objeto amado, creo que casi siempre es así, la idealización puede ser confirmada o mejorada por la realidad o, por el contrario, sentirnos defraudados y desvanecerse el amor como un azucarillo. Eso siempre que seamos capaces de tomar distancia y ser objetivos que muchas veces no es tan fácil. En cualquier caso, una vez que se ha establecido la relación y estamos dispuestos a mantenerla su conservación tiene un gran componente de motivación intrínseca. Es decir, que estemos dispuestos a conservar aquello por lo que hemos apostado, a cuidarlo como si fuera un jardín. La fuerza interior es la mejor herramienta de la que disponemos para conservar el amor.

Por el contrario, la motivación extrínseca depende de los input que recibamos y fundamentalmente del trato que recibimos de nuestra pareja u objeto amado y viceversa. Por ejemplo, una flor nos devuelve los cuidados presentándonos su mejor aspecto con aroma, con su color, es una manera de que nos lo agradezca. Los animales son muy dados a manifestarnos su agradecimiento cuando notan que están bien cuidados, en eso son expertos los perros y los gatos y algún que otro animal que solo le faltaría hablar para demostrar lo que nos están expresando.

En el caso de las personas es fundamental cuidar nuestro jardín. Si el jardín se deteriora por falta de cuidados, o incluso si es capaz de mantenerse porque es autosuficiente, puede darse el caso de que aparezca otro jardinero. Es decir, que la pareja que no es correspondida vea mermada su motivación extrínseca y a continuación decida modificar su motivación intrínseca para mantener la relación. Este es el peligro evidente de no cuidar de nuestras relaciones de pareja.

Si la decisión es dar por terminada una relación, porque una de las motivaciones o las dos se desvanecen, vimos en otro post lo que se conoce como el “sesgo del status quo” que viene muy bien en la discusión y añade una componente más a la toma de decisiones. Recordemos que en la finalización entran en juego sentimientos, afinidades y emociones que no responden a criterios objetivos sino muy personales, subjetivos e irracionales. Por ese motivo, el cambio cuesta aun más cuando se trata de replantear una relación de pareja, el umbral a vencer necesario para tomar la decisión de cambiar se hace enorme.

En definitiva, el corolario de esta reflexión es que tanto la motivación extrínseca como la intrínseca tienen su importancia pero la última palabra la va a tener nuestro interior. Somos muy capaces de convencernos de que queremos apostar por una relación, en algunos casos más allá de lo racional, y la motivación intrínseca se convierte en el fundamental factor de conservación del amor y de que tratemos a nuestra pareja con los cuidados que se merece. Es una cuestión reciproca. No hay que descuidar el amor si queremos mantenerlo vivo.

Todo esto es una opinión personal de una reflexión después de la conversación con unos amigos. Es un tema muy personal y no hay una receta única pero espero haber aportado algo a la discusión.

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