Las omnipresentes redes sociales, con la connivencia de la prensa sensacionalista o interesada, han puesto de moda un término, fake news, que define a aquellas noticias falsas o tergiversadas que se emiten con un interés espurio. Lo grave de esta moda actual, porque siempre se han publicado noticias poco contrastadas y sobre todo en determinada prensa, es que esta costumbre se está trasladando a la comunicación entre personas y el hecho de mentir, o no decir la verdad, parece que cada vez se ve con más complacencia o permisividad social.Un fenómeno parecido y sinérgico con el de la llamada posverdad, de la que ya hablamos aquí (Ver post).
La Fundación del Español Urgente (FUNDÉU) recomienda como traducción para el término fake news dos expresiones alternativas: "noticias falsas" y "noticias falseadas". Y añade que, en el primer caso, una información o noticia falsa puede serlo por faltar a la verdad de forma involuntaria o premeditadamente, mientras que las noticias falseadas tienen un matiz diferente porque conllevan una intención de adulterar o de corromper premeditadamente.
Así, la proliferación de fake news, utilizadas como instrumento para la agresión o la descalificación, parece que ha relajado la consideración social del valor de decir la verdad. Se está instalando la permisividad y como consecuencia la credibilidad disminuye y las personas se hacen en general más desconfiadas, una terrible consecuencia para las relaciones sociales. Ya nadie se fía de nadie porque cualquiera puede difundir falsedades desde su ordenador y publicarla en Internet para que se haga viral. La conclusión es que cada vez es más difícil saber lo que es una verdad y lo que no lo es.
Ante esta situación nos podemos preguntar: ¿Hay que decir la verdad?, ¿Vale para algo? Lo cierto es que nadie quiere vivir, o eso parece, en una sociedad mentirosa, aunque seamos conscientes de que alguna vez hemos mentido. Sí parece que se es más permisivo con que otros sean engañados si de ello se consigue algún beneficio. Pero en el fondo somos conscientes de que también nosotros podemos ser engañados, vivir en la mentira lleva a una sociedad fallida.
El interés por decir la verdad es un tema tan antiguo como el ser humano. Ante la disyuntiva del deber decir la verdad o ser un mentiroso existe una amplia gama de matices. Desde las personas que son incapaces de mentir hasta los mentirosos compulsivos, todos nos movemos en una zona intermedia de mentirosos ocasionales. Incluso algunos piensan que decir la verdad puede ser en algunos casos tan malo como decir una mentira, todo depende de si realmente se sabe que se está mintiendo, es decir si lo dicho es producto de un desconocimiento que se expresa como si fuera verdad, y de las consecuencias que se deriven de decir la verdad o mentir.
Según algunos estudios realizados sobre las formas de mentir, los dos tipos más frecuentes de mentira son por omisión y por comisión. Mentir por omisión se entiende cuando se hace una retención pasiva de información relevante, mientras que una mentira por comisión se produce cuando es el uso activo de la declaración falsa.
Existe una tercera mentira que es por engaño, se produce cuando la persona engaña al hacer una declaración verdadera que no responde exactamente a la pregunta. En este caso la mentira está más aceptada si se considera que la pregunta es inapropiada porque lo que se está haciendo es que no se quiere responder a la pregunta que nos han hecho.
Es difícil concluir algo contundente en este tema tan complejo. Me pregunto quién podría ser el controlador que hiciera la tarea de contrarrestar este cáncer social de la difusión de fake news. Yo no lo sé pero alguien debería hacerlo y no sería nada fácil porque incluso en algunos ámbitos se tiene la sensación de que tienen más éxito los que mienten o, quizás, que para tener éxito es necesario mentir.
Como primera medida, yo desde luego evito difundir cualquier información que no esté contrastada o tenga algún elemento de duda. algo es algo.