10 mar 2020

La resiliencia no es un concepto nuevo pero ahora se conoce mejor

He leído recientemente varios artículos que trataban sobre las últimas investigaciones acerca de la resiliencia, un concepto que aquí ya hemos tratado varias veces. Me parece interesante volver a ello porque cada vez se conoce más, se estudia desde una perspectiva más científica y se valora como un componente esencial de la psicología positiva.

Cada vez se habla más de ello pero no es un concepto nuevo, aunque sí se le está dando un uso más motivacional, si vale esta expresión. Por ejemplo, en la ciencia, en concreto en la física, ya se maneja desde siempre la resiliencia (resistencia, elasticidad,...) entendida como la característica que tiene un material para volver a su forma original después de haber sido presionado, doblado o comprimido, modificado en resumen. Un ejemplo claro de material con mucha capacidad para volver a su estado natural después de haber sido modificado es el bambú.

En términos de psicología humana, con el concepto de resiliencia se está hablando de la capacidad que tiene una persona de afrontar situaciones difíciles, ya sea haciendo frente a complicaciones laborables, conflictos sociales o superando la perdida de seres queridos. Por lo que me interesa traer aquí este tema es porque en los artículos mencionados se habla de dos aspectos muy didácticos. Primero, se habla de qué factores favorecen la resiliencia y, segundo, si nacemos con resiliencia o si si es posible aprenderla.

Sobre los factores que favorecen la resiliencia, una aportación muy clarificadora es la del doctor David Westley, jefe de Psicología en la Universidad de Middlesex. Según él, existen tres factores a tener en cuenta cuando se habla de si una persona es o no resililente: los apoyos sociales, con qué optimismo se afrontan las situaciones difíciles y, en tercer lugar, las características biológicas de cada persona.

En primer lugar, los apoyos sociales. Se trata de nuestra relación con las personas que son importantes para nosotros, los amigos o familiares que nos rodean, con quienes podemos hablar, en los que nos podemos apoyar y, en general, con los que nos sentirnos mejor. Cuanto más apoyo social tiene una persona más probabilidades de ser resiliente tiene. Los expertos creen que las personas que piden más veces ayuda y hacen uso del apoyo social son las que actúan de manera más resiliente.

En segundo lugar, la forma más o menos optimista con la que afrontamos las situaciones difíciles es una guía perfecta de cuán resistentes podemos ser cuando vienen tiempos complicados. Una mente positiva puede enfrentarse mejor con situaciones difíciles.

Un tercer nivel a tener en cuenta es el nivel biológico. Una persona resiliente es aquella que es capaz de controlar su cuerpo y regular su sistema nervioso en momentos complicados.

Por último, la pregunta más importante respecto a la resiliencia es si nacemos con ella o si no es así si podemos aprender a mejorarla. La opinión de los expertos es que se puede aprender.

Así lo cree Ann Masten, profesora de la Universidad de Minnesota. En sus estudios descubrió que es algo que aprendemos si lo necesitamos. Una tipología de niños manifestó resiliencia desde el principio y lo mantuvieron en los momentos difíciles a lo largo de su vida. Otros niños son más tardíos pero cuando luchan con la adversidad se vuelven más resistentes. Se cree así que se puede aprender la resiliencia al tener malas experiencias. Además, el recurso a las familias y los amigos es también una gran ayuda para los niños con capacidades resilientes más tardías. Asimismo, los maestros o los padres son modelos a seguir en cómo manejar la adversidad. Los niños observan el comportamiento de sus mayores y a la vez están aprendiendo de los que les rodean viendo cómo reaccionan cuando son puestos en problemas por algo.

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