En un reciente artículo publicado en la revista TIME (ver artículo) se vuelve a hablar del modelo que se está desarrollando en el idílico reino budista de Bután desde que su rey acuñó hace más de 30 años el término Felicidad Nacional Bruta (FNB), en inglés Gross National Happiness (GNH), como una alternativa al Producto Interior Bruto (PIB). Desde que asumió el cargo en 2008 su primer ministro Jigmi Thinley está empeñado trasladar la teoría del FNB a términos de planes, políticas y programas, para demostrar al mundo que el FNB es más que un sueño utópico.
La solución de Bután es convertir los principios de la FNB en una herramienta política para alcanzar el ideal de alcanzar un desarrollo económico sostenible. Este esfuerzo está en sus inicios pero lo importante es que todas las decisiones importantes del gobierno deben pasar por el filtro de la FNB en forma de un conjunto de preguntas que los responsables políticos deben tener en cuenta para saber, por ejemplo en el caso de que un nuevo impuesto o de un proyecto de obras públicas, cómo afectarán a la diversidad ecológica, a disminuir los niveles de estrés en la población o a fomentar el ejercicio físico.
Parece que Bután tiene actualmente muchos de los problemas que se dan en el resto del mundo desarrollado: baja productividad de la agricultura en el medio rural, zonas urbanas sobrecargadas; jóvenes que se gradúan de la universidad sin perspectivas de empleo, hijos que pasan demasiado tiempo en Facebook o con sus iPads, etc. Está también experimentando la conocida como "paradoja de Easterlin", llamada así por el economista estadounidense Richard Easterlin, quien estableció por primera vez que más allá de un cierto umbral, el aumento de ingresos no trae la felicidad. Algo que Easterlin observa también actualmente en China y en los EE.UU.
Como señala el artículo, la solución de Bután es la construcción de su sociedad casi desde cero, utilizando lo que denomina los "cuatro pilares" de la FIB: el desarrollo económico sostenible, la conservación del medio ambiente, la preservación de la cultura y el buen gobierno.
Aunque puede ser difícil sacar conclusiones de un pequeño país, Bután sí es un buen laboratorio de pruebas ya que se trata de una nueva democracia que está entrando poco a poco en el libre mercado y sus políticos están más libres para implementar ideas poco ortodoxas al no tener que responsabilizarse de las decisiones de los anteriores políticos.
Bután representa el esfuerzo más completo como alternativa al PIB, pero no es el único. Desde el inicio de la crisis mundial, las llamadas a repensar el PIB han crecido. Como ha señalado el premio Nobel Joseph Stiglitz "La crisis fue muy útil porque la gente se dio cuenta de que el PIB no dice nada acerca de lo que estaba pasando. Cuando Bután asumió la FNB, algunas personas dijeron que era porque querían desviar la atención por la falta de desarrollo. Creo que es todo lo contrario. La crisis nos ha hecho conscientes de la gravedad de las cifras a pesar de los buenos datos del PIB de Estados Unidos".
En el artículo se habla también de otros escenarios en los que se están empezando a aplicar medidas similares pero a pequeña escala como es en Canadá, donde la provincia de Alberta y la ciudad de Edmonton han apoyado el desarrollo del Índice Canadiense de Bienestar, o en Reino Unido donde la Oficina de Estadísticas ha añadido cuatro preguntas sobre el bienestar en su principal encuesta a los hogares.
Si bien es más complicada su aplicación en grandes estructuras económicas, su implantación parece que se está acelerando en entornos más locales como es el caso de los Estados Unidos. En el artículo se cita el caso de Maryland que ha comenzado a utilizar un indicador de progreso genuino, Genuine Progress Indicator (GPI) para medir la prosperidad sostenible tratando de buscar medidas cuantificables del bienestar más allá de los resultados del progreso económico.