Algunos psicólogos se inclinan a pensar que las experiencias desagradables pueden aumentar la resiliencia. Sin embargo, según un estudio recientemente publicado en la revista Psychological Science (de la que se informa en The Economist esta semana) parece indicar lo contrario.
En 1995 David Almeida, psicólogo de la Pennsylvania State University, inició un experimento con 1.483 personas a las que pidió cumplimentar dos encuestas. Primero, valorar de uno a cinco (uno era "ninguna de las veces" y cinco era "todo el tiempo") preguntas del tipo: ¿con qué frecuencia durante los últimos 30 días te has sentido nervioso, inútil, desesperanzado o inquieto?; ¿cuántas veces durante esos 30 días cualquier cosa te ha parecido requerir un gran esfuerzo? o ¿con qué frecuencia en los últimos 30 días te has sentido tan triste que sentías que nada podría animarte?
En la segunda encuesta se les preguntó si el día anterior habían experimentado alguna situación tensa, del tipo: discusiones, situaciones en las que los participantes sentían que podían haber discutido pero decidieron no hacerlo, problemas en el trabajo, problemas en casa, etc. Por último, a los participantes se les preguntó si habían recibido durante el año anterior algún tratamiento para la ansiedad, la depresión o cualquier otro trastorno emocional.
Diez años después Almeida entró en contacto con 711 de las personas que habían participado en las anteriores encuestas (del total que habían participado algunos habían muerto y otros declinaron participar). Les pidió informar de nuevo sobre los mismos aspectos, es decir, sobre la frecuencia con la que habían sentido sentimientos negativos durante los últimos 30 días y si habían sido objeto de un tratamiento para los trastornos emocionales durante los 12 meses anteriores.
Cuando él y sus colegas analizaron las respuestas, se dieron cuenta de que las tensiones cotidianas, aparentemente triviales en el pasado, habían tenido un efecto a largo plazo sobre la salud mental. Encontraron que la gente que con más frecuencia se sentía nervioso, inquieto, inútil o desesperanzado hacía diez años, y no había recibido tratamiento, más altas era su probabilidad de haber desarrollado un trastorno en este período.
En el estudio se deja claro que los resultados podrían reflejar la personalidad subyacente de cada una de las persona participante en la prueba, porque que cada una puede reaccionar de forma diferente a los mismos eventos. Pero el estudio sugiere que para muchos de ellos las experiencias negativas, incluso los problemas de menor importancia, pueden debilitar y ser contraproducentes en vez de fortalecer la capacidad de resistencia de la persona.