El pasado domingo, 28 de septiembre, se publicó en EL PAÍS un interesante reportaje monográfico, con el título de El Estado del malestar, en el que se incluyen cuatro artículos relacionados con el aumento que se está produciendo en los últimos años en el consumo de medicamentos psiquiátricos, sin justificación según los expertos.
Hay un primer análisis en el que se tratan temas como que la tristeza no es una enfermedad o que sentir dolor por la muerte de alguien querido no es patológico y que, en definitiva, la vida no se puede tratar con pastillas. Lo mejor es leerlo (Ver artículo) y juzgar si algunos trastornos transitorios, como por ejemplo la depresión causada por estrés, se deben diagnosticar como una patología y tratar con pastillas.
Me gustaría centrarme en la entrevista que se incluye con Allen Frances, que dirigió durante años el Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM), la considerada como "biblia" de los psiquiatras, un documento en el que se incluyen y definen las diferentes patologías mentales. Frances dirigió el equipo que redactó el DSM IV, sobre la que ha llegado a ser autocritico por el elevado número de patologías que incluía, pero es mucho más crítico con la quinta edición, DSM V, en la que no ha participado, donde se ha ampliado considerablemente el número de patologías. Todo ello lo explica es su libro ¿Somos todos enfermos mentales? (Ariel, 2014). Como dice Frances, "Hemos creado un sistema diagnóstico que convierte problemas cotidianos y normales de la vida en trastornos mentales".
Hay un aspecto que planea en todo el monográfico y es la influencia de las farmacéuticas en este incremento de las pastillas y, adicionalmente, la función de los padres angustiados que en las consultas solicitan remedios para sus hijos a través de pastillas.
Frances apunta tres cosas. "Primero, no hay evidencia a largo plazo de que la medicación contribuya a mejorar los resultados escolares. A corto plazo, puede calmar al niño, incluso ayudar a que se centre mejor en sus tareas. Pero a largo plazo no ha demostrado esos beneficios. Segundo: estamos haciendo un experimento a gran escala con estos niños, porque no sabemos qué efectos adversos pueden tener con el tiempo esos fármacos. Igual que no se nos ocurre recetar testosterona a un niño para que rinda más en el fútbol, tampoco tiene sentido tratar de mejorar el rendimiento escolar con fármacos. Tercero: tenemos que aceptar que hay diferencias entre los niños y que no todos caben en un molde de normalidad que cada vez hacemos más estrecho. Es muy importante que los padres protejan a sus hijos, pero del exceso de medicación".
Asimismo, Frances aboga por controlar mejor a la industria y educar de nuevo a los médicos y a la sociedad y advierte que en estos momentos hay ya más muertes por abuso de medicamentos que por consumo de drogas: "Si vivimos inmersos en una cultura que echa mano de las pastillas ante cualquier problema, se reducirá nuestra capacidad de afrontar el estrés y también la seguridad en nosotros mismos".
Finalmente me interesa señalar un comentario que hace sobre nuestros hábitos de sueño. Dice que los españoles sufrimos una falta grave de sueño y eso provoca ansiedad e irritabilidad porque el cerebro elimina toxinas por la noche y la gente que duerme poco tiene problemas, tanto físicos como psíquicos.
Hay otros dos artículos, uno sobre la mencionada DSM V de Ana Alfageme y otro del siempre interesante Vicente Verdú, pero quizás no añaden mucho más a lo que me interesaba señala aquí.