El informe está publicado por la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (Sustainable Development Solutions Network, SDSN) y se basa en el estudio de datos económicos, psicológicos, sanitarios, datos sobre la expectativa de vida o sobre las políticas públicas. También se tienen en cuenta principios universales como la igualdad ante la ley, la honestidad, la generosidad o la confianza en el país. Como se refleja en el informe, se detecta una nueva demanda mundial de más atención a la felicidad como criterio para las políticas de los gobiernos.
En esta ocasión Suiza de adelanta a Dinamarca, la primera en el anterior informe, que es tercera detrás de Islandia. El resto de los diez países de la lista son Noruega, Canadá, Finlandia, Holanda, Suecia, Nueva Zelanda y Australia y las últimas diez son Chad, Guinea, Costa de Marfil, Burkina, Faso, Afganistán, Ruanda, Benín, Siria, Burundi y Togo, en el puesto 158. En la siguiente figura se pueden ver los primeros países. En las evaluaciones el 0 representa la peor vida posible y 10 la mejor vida posible. Varían en un rango de 7,5 como máximo hasta 3 el mínimo:
Se felicitan los autores porque el año 2015 va a ser un hito importante para la humanidad debido a la próxima adopción en septiembre, por los Estados miembros de las Naciones Unidas, de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), en inglés Sustainable Development Goals (SDGs). Con ellos se pretende ayudar a guiar a la comunidad mundial hacia un modelo más inclusivo y sostenible de desarrollo global mediante la inclusión de objetivos, metas e indicadores cuantitativos.
Otro aspecto interesante del informe es que, además del análisis de los niveles y tendencias generales de felicidad, se incluyen varios capítulos sobre temas más específicos. Por ejemplo, en el Capítulo 3 se incluyen las medidas de felicidad por sexo, edad y región del mundo. Pero más interesante, para los objetivos de este blog, me parece el Capítulo 5 en el que se analizan una serie de importantes resultados de la nueva neurociencia de la felicidad. Sobre esto prometo escribir un post específico en breve (Ver post).
Finalmente, en el Capítulo 8 se analiza la importancia del capital social para el bienestar y se describen formas con las que las sociedades pueden invertir en el capital social con el fin de promover el bienestar. Están hablando de educación, instrucción moral, códigos profesionales de conducta, oprobio público hacia los violadores de la confianza pública y las políticas públicas para reducir las desigualdades en ingresos. Se asocia la igualdad social y económica con niveles altos de capital social y confianza generalizada.
Nada más, recomiendo su lectura con tranquilidad.