La vida hay que vivirla hacia delante, pero sólo se puede comprender hacia atrás. Con esta cita de Kierkegaard presenta Oliver Sacks su esperada autobiografía En movimiento. Detrás de ella están numerosos cuadernos de diarios, su intensa correspondencia con familia, amigos y compañeros de profesión e innumerables notas clínicas de sus numerosos pacientes neurológicos y psiquiátricos, que registraba concienzudamente año tras año.
Según confiesa, llegó a acumular cerca de mil cuadernos de diarios que empezó a escribir cuando tenía catorce años. Por ello, de pequeño lo llamaban Tintero, porque siempre iba con un cuaderno para apuntarlo todo. Lo escribía todo pero no lo hacía para los demás, incluso algunos cuadernos ni los leía después, porque asegura que el solo acto de escribir era suficiente en sí mismo para clarificar sus pensamientos y sentimientos. Era, dice en las memorias, "Una manera de contar con un correctivo a los engaños de la memoria y la fantasía".
Además, acumulaba toda la correspondencia de la que guardaba no solo las cartas recibidas sino también una copia de las que él mandaba. Por ejemplo, guardaba toda la correspondencia que mantuvo con muchos científicos de renombre como es el caso del codescubridor del ADN, Francis Crick.
He disfrutado inmensamente la lectura de este libro durante las pasadas fiestas. Me han parecido unas memorias muy personales, valga la paradoja, son intimas, cercanas y nunca pretende justificar nada de lo hecho o buscar culpas en terceros. Él siempre es el sujeto observado, como en la mayoría de sus obras, y eso a pesar de que a lo largo de sus páginas cuenta innumerables casos de sus pacientes neurológicos, interesantísimos casos psiquiátricos y descripciones detalladas de personas o colectivos con problemas mentales. Siempre centrado en el ser humano no en el paciente, tratando en cada caso de aprender sobre el funcionamiento de sus mentes.
Está claro, y está reconocido unánimemente, que fue un gran comunicador, con un buen número de libros, habituales artículos en diarios y revistas, como The New York Review of Books y The New Yorker, y conferenciante habitual (recomiendo ver la incluida en TED sobre las alucinaciones). Estuvo activo hasta su muerte en agosto de 2015 en Nueva York cuando publicó su último artículo (Ver post).
Conocida es también su capacidad para inspirar diversas adaptaciones cinematográficas o teatrales de sus obras o de algunos documentales sobre sus pacientes. En este libro hay bastantes detalles sobre la imprescindible película Despertares y sus opiniones sobre su implicación y sus relaciones con los actores y el director de la película.
Como en cualquier autobiografía su familia está muy presente. Los padres de Oliver Sacks, médicos los dos, tienen un papel protagonista fundamental, toda su familia judía lo tiene, a pesar de que dejó pronto su Inglaterra natal para irse a Estados Unidos. En más de un momento confiesa sus culpas por su despego de los deberes familiares y, sobre todo, por su distanciamiento de un hermano pequeño esquizofrénico.
Además, habla de la formación de un niño inquieto, con muchas aficiones, como la biología o la química, de su vida amorosa (por ejemplo de su primera experiencia sexual en Ámsterdam), su timidez enfermiza, del descubrimiento de su capacidad de comunicación a través de la literatura y, una vez más, de la dura respuesta de su madre cuando se enteró de su homosexualidad “eres una abominación. Ojalá no hubieras nacido” (ya hablé de ello en otro post).
El porqué de su título, y de sus aficiones a recorrer en motocicleta los Estados Unidos, practicar mucho la natación o la halterofilia, incluso de su fuerte implicación con las drogas, se puede deducir con las primeras palabras de estas memorias: "Cuando, durante la guerra, siendo aún un niño, me mandaron a un internado, me invadió una sensación de confinamiento e impotencia y lo que más deseaba era movimiento y poder, libertad de movimiento y poderes sobrehumanos".
Sin duda la parte más emotiva es el final, cuando relata su postrero enamoramiento. Cuando tenía 75 años, en 2008, conoció al que sería el amor de su vida, sellado con champán cuando tenía ya 77 años de edad. Es apasionante cómo describe su relación tardía y cómo disfruta de cosas y sentimientos que a su edad nunca había experimentado.
Lo describe como una época de "gran intensidad emocional". Incluso llega a reflexionar críticamente sobre que "a veces he tenido la impresión de haber vivido a cierta distancia de la vida, algo que cambio cuando Billy y yo nos enamoramos...para mí resultaba una experiencia nueva permanecer tranquilamente en brazos de otra persona y hablar, escuchar música o permanecer en silencio, juntos". Precisamente a su pareja está dedicado este libro.
Y termina:
"Compartimos la vida de una manera tranquila y multidimensional: un regalo inesperado y magnifico para mi vejez, después de toda una vida manteniendo las distancias".
Hay que leerlo.
Aprovecho para recordar una entrevista de Eduardo Punset a Sacks que se emitió en enero de 2005 en su programa Redes.