Un jefe no nace se hace. Los genes influyen pero no fijan nuestro destino, hay otros muchos factores que interna o externamente, que se presentan incluso de forma fortuita, van a definir nuestra personalidad, nuestra capacidad de liderazgo, y el estilo de dirección en caso de llegar a ser un jefe. Es, como dijo Darwin, la selección natural.
Cualquier forma de dirección podría ser aprendida o modificada con la adecuada formación. Si una persona ha llegado a tener ciertas responsabilidades de jefe probablemente haya sido porque ha seguido una carrera profesional adecuada, siguiendo alguna de las muchas posibilidades de formación que existen tanto en los estudios universitarios, o de postgrado, como dentro de una organización donde haya seguido una trayectoria razonable de progreso.
Sin embargo, existen casos en los que el acceso a un puesto de responsabilidad se ha realizado más por razones que no vienen al caso, es decir, que hayan accedido a un puesto de responsabilidad sin la adecuada trayectoria formativa. Es en esos casos donde más se da este tipo de jefes y es también el caso más difícil de resolver porque siempre es más difícil el camino de vuelta.
En todo caso, tratar de corregir estos desequilibrios será una cuestión a abordar por los responsables de la organización. Primero, será necesario detectar el problema y luego tener ganas de actuar, que no es fácil. Como ha dicho recientemente el ensayista Moisés Naím, "el poder es cada vez más fácil de obtener y más difícil de usar".
Sea cual sea el camino de llegada, es tal la influencia de un buen o mal jefe que puede llegar a influir en la buena marcha de una empresa o en la motivación de los trabajadores e incluso afectar a su salud. Mientras que hay jefes que crean a su alrededor un buen ambiente de motivación y participación consiguiendo muy buenos resultados en el desempeño, otros, los jefes tóxicos, crean a su alrededor desmotivación, malestar y estrés, con una pésima repercusión en los resultados de la empresa.
En los últimos años se han realizado estudios que han puesto de manifiesto con claridad que el desempeño de un jefe es determinante para la salud de los que están a su alrededor. La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha advertido en varias ocasiones que la baja laboral motivada por factores psicológicos, fundamentalmente estrés laboral, va a ser la causa más importante en el siglo XXI. Falta por ahora mejorar las investigaciones para traducir todo ello en herramientas de evaluación para saber cómo y cuánto influye en la salud.
No solo estamos hablando de la tensión laboral, también se producen estados de ansiedad, riesgo cardiovascular, desmotivación, agotamiento emocional, menor capacidad de concentración, problemas de autorrealización, baja creatividad, etc., o temas asociados más graves como el mobbing (acoso laboral) o el burnout (trabajador quemado) de los que hablaremos en otro momento.
Hay muchos libros al respecto y mucha información en Internet así que no voy a escribir aquí un tratado sobre este tipo de jefe, es sólo una visión personal. También hay muchas clasificaciones de jefe tóxico pero, puesto que en mi larga carrera profesional he tenido varias experiencias, directas o indirectas, de jefe tóxico, me voy a permitir destacar los más característicos, asumiendo el riesgo evidente de que no estén todos y de que algunos respondan a perfiles mixtos:
- El omnipresente. Siempre está, controla todo, no delega, es autoritario, desconfía, siempre impone su criterio y suele ser letal con los débiles.
- El ocupado, ausente o pasota. Ya sea por una u otra causa, no toma decisiones porque no está, no gestiona y siempre busca culpables de los errores ocasionados en su ausencia.
- El narcisista. Le gusta que le oigan y se deshace de los que no lo hacen. Poco efectivo, distribuye trabajos a su antojo sin tener en cuenta las capacidades, se apropia de iniciativas, no reconoce méritos ni permite avanzar.
- El sumiso. Cumple órdenes y las hace cumplir, conformista, no premia pero cuando la cosa no marcha pierde los papeles y se convierte en un déspota.
- El paternalista o amigo. Ni da autonomía ni toma decisiones.
Finalmente, recordar que también existen trabajadores tóxicos de los que algún día hablaré. La diferencia es que estos pueden ser neutralizados o aislados por los propios compañeros o por un buen jefe, si quiere y le conviene. De momento me permito recordar dos post relacionados con este tipo de malas compañías, compañeros o jefes, el de la basura emocional y el de la destrucción creativa.
Seguro que más de un lector ha tenido experiencias con algún jefe tóxico, me encantaría recibir comentarios sobre ello.