6 nov 2013

La importancia del dinero en la felicidad

Si seguimos desgranando los contenidos del especial de la revista TIME "The Pursuit of Happiness" (ver post), en el anterior comentario terminábamos con que, según la revista, esta sociedad actual, tan estresante, competitiva e injusta, está pasando factura a nuestra capacidad de ser felices. A continuación comento algunos estudios que se han realizado recientemente sobre este tema y que son mencionados por la revista.

Según este sentimiento, se corre el riesgo de echar por tierra el buen trabajo que los genes han realizado durante años (en el artículo se refiere a los americanos y la influencia de las especiales características de los inmigrantes que llegaron a América, ver post). Pero parece que puede existir un bálsamo que podría arreglarlo todo: el dinero. No importa que nos hayan dicho lo contrario, es posible que el dinero pudiera comprar la felicidad, al menos en determinadas circunstancias.

Fue en 1974 cuando en la Universidad de Sur de California el economista Richard Easterlin formuló por primera vez su homónima y conocida "Paradoja Easterlin", que sostenía que existe un umbral más allá del cual los aumentos en los ingresos no producen un incremento proporcional en el bienestar subjetivo. Una vez que se satisfacen las necesidades básicas (alimentación, vestido, vivienda, etc.), simplemente alcanzamos un punto de saciedad. Para mucha gente, y en particular para los estadounidenses con su especial afición a hacerse rico, la idea de la saciedad fue especialmente preocupante.

Sin embargo, otros investigadores comenzaron a cuestionar esta paradoja utilizando datos a más largo plazo y en culturas diversas. Encontraron que aunque la felicidad no se incrementa al mismo ritmo que los ingresos (por ejemplo ganar 150.000€ en vez de 75.000€ no significa que la felicidad se duplique) sí existe un incremento sensible al dinero. Así, en abril de 2013 un estudio de la Brookings Institution and the Gerald R. Ford School of Public Policy, de la Universidad de Michigan, que analizó datos de 155 países, encontró que no sólo el bienestar subjetivo aumentaba con los ingresos, sino que en los países ricos la pendiente es más aguda de lo que es en los países más pobres. Es decir, un aumento del 10% en unos ingresos de 50.000€ produce un mayor aumento de la felicidad que el mismo porcentaje en una renta de 10.000€.

De forma individualizada el tema puede ser muy diferente. Un estudio masivo liderado por Edward Diener, de la Universidad de Illinois, publicado a finales del año pasado, analizó las respuestas de 806.526 personas en 135 países recogidas durante seis años. Se encontró que los ingresos sí se corresponden directamente con la felicidad, pero sólo si la riqueza y las aspiraciones de una persona mantienen el mismo ritmo de crecimiento. Es decir, según Diener: "El dinero puede aumentar la felicidad si le permite a la gente obtener más de lo que necesitan y desean, pero cuando sus deseos superan lo que pueden pagar, incluso con un aumento de los ingresos, puede haber una caída en la sensación de bienestar".

Esto es particularmente problemático en la sociedad mediática actual. Antes, se conocían los nombres de las familias ricas pero no se sabía mucho de sus vidas. Ahora todo el mundo lo ve todo y casi todos sufren en comparación con alguien. Como se recuerda en el artículo, Bertrand Russell solía decir: "Los mendigos no envidian a los millonarios, pero por supuesto envidiarán a otros mendigos que tienen más éxito".

Es por ello que el psicólogo Cameron Anderson, de la Universidad de California en Berkeley, está estudiando la diferencia entre el estatus socioeconómico, una medida puramente aritmética de la cantidad de dinero que se gana, y el estatus sociométrico, que es una medida de cómo se compara una persona con la gente que tiene a su alrededor. Normalmente, las personas intentan compararse y sentirse superiores o inferiores a sus semejantes por lo que hasta los más ricos están expuestos a compararse a alguien que está mejor que ellos.

Por otro lado, en 2012 el psicólogo Ryan Howell, de la Universidad Estatal de San Francisco, realizó un estudio con casi 1.000 participantes a los que se preguntó sobre las cosas que compraban, los motivos por los que las compraban y cuál era su nivel de felicidad. Parece que cuanto más relacionada está una compra con un intento de impresionar a los demás menos felicidad se obtiene. Puede ser que la mayoría de nosotros nos creamos por encima de esa manera de compra pero lo cierto es que, según Howell, ese tipo de gasto exhibicionista está muy relacionado con el malestar que se produce cuando la felicidad tarda en llegar.

Otro error que se comete de cara a la felicidad, según el estudio, es comprar cosas en vez de gastar el dinero en experiencias. Cualquier cosa que compremos seguramente no será única mientras que cualquier experiencia sí lo será. Y lejos de agotarse, el recuerdo de la experiencia se enriquece con el tiempo. Concluye Howell: "El dinero puede hacerte feliz pero lo importante es cómo lo gastas". Howell está ampliando su base de datos con la ayuda de un interesante sitio web BeyondthePurchase.org.

Seguiré publicando otras cosas interesantes incluidas en este número especial de TIME, hasta la próxima.

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