Este blog no es de tecnología pero de vez en cuando se incluye algún post relacionado con aspectos de la tecnología que tienen una directa influencia en el ser humano y su universo cognitivo. En esta ocasión me gustaría recomendar una visita a la exposición Nosotros, Robots.
La exposición (ver página web) se presenta en el Espacio Fundación Telefónica, Madrid, desde el 5 de octubre al 3 de febrero de 2019. Es un recorrido por los principales hitos históricos y los retos que plantean los desarrollos tecnológicos aplicados al diseño de robots y la inteligencia artificial. Se exhiben cerca de cincuenta robots y numerosas presentaciones audiovisuales, maquetas e infografías muy interesantes.
Dejando al margen el evidente interés de contemplar los espectaculares robots, creo que el mayor valor añadido de la exposición reside en el acertado relato cronológico de los sucesivos logros en el camino ya andado y, sobre todo, en la descripción de los retos que se nos plantean a los humanos con el advenimiento de unos seres que parecieran semejantes a nosotros.
El argumento cronológico se remonta al siglo XVI a. C. con las primeras "clepsidras", relojes de agua, ya documentadas en Babilonia y Egipto, para continuar con el matemático griego Arquitas de Tarento, que construyó hacia el año 400 a. C. un ave mecánica a vapor conocida por "La Paloma", y concluir con las últimas experiencias como es el impactante hecho de que un robot llamado Sophia, de Hanson Robotics, fuera designado en 2017 en Arabia Saudí como la primera ciudadana no-humana de la historia, con la trascendencia y repercusiones sociales que eso podría tener en el futuro.
Un tema interesante bien reflejado en la exposición, y es lo que quizás más me ha llamado la atención por su vinculación con los temas que aparecen en este blog, es el de la emoción, tanto de la que pudieran sentir los robots como de su capacidad para detectar las emociones de los humanos. Se plantea la duda de si las maquinas podrán llegar a tener sentimientos o experimentar emociones. Parece que los avances en inteligencia artificial podrían indicar que a partir de datos o algoritmos se podrían deducir o provocar emociones en los robots e incluso dotarlos de la capacidad de manipular emocionalmente a seres humanos. Todo ello supondría que tendrían una verdadera capacidad cognitiva (ver computación cognitiva).
Los avances sobre los que se basan estas atrevidas hipótesis se concretan en la posibilidad de la interpretación de textos, en la detección de la voz y de sus entonaciones y vocabulario o en el reconocimiento facial y las expresiones.
Todo esto parece un poco increíble pero lo cierto es que ya desde la década de los años 40 del siglo pasado, cuando Isaac Asimov definió las conocidas tres leyes de la robótica ampliadas después a cuatro, la duda planea entre los científicos y los no científicos. Obviamente estas leyes están presentes en la exposición y se basan en la idea de que puedan ser implementadas en el software de la inteligencia artificial, estas son las cuatro leyes:
1.- Un robot no hará daño a un ser humano ni, por inacción, permitirá que un ser humano sufra daño.
2.- Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la primera ley.
3.- Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o la segunda ley.
4.- Un robot no puede hacer daño a la Humanidad o, por inacción, permitir que la Humanidad sufra daño.
Por último, me gustaría reflejar aquí otra de las curiosidades de la exposición como es la conocida como "Teoría del Valle Inquietante". La definió en 1970 el japonés Masahiro Mori para llamar la atención sobre el hecho de que ante las réplicas de apariencia antropomórfica se produce en los humanos una respuesta emocional positiva. Sin embargo, si los robots se asemejan demasiado a los humano se produce una reacción de inquietud debido a que se plantea la duda de si son seres vivos o no, además de una sensación de extrañeza, de un recuerdo de la muerte o de que terminarán por reemplazarnos. Lo que recomendó Mori era fabricar robots que no se parecieran a nosotros para que quedara claro lo que eran y evitar así confusiones cognitivas y emocionales. Es por eso que los robots con apariencia "animaloide" tienen mejores índices de aceptación.
En definitiva, a pesar de las posibles reticencias o prejuicios sobre este tema, yo las tengo (ver post), la visita es muy recomendable y no deja de plantear dudas al visitante, un detalle muy importante para ejercitar la mente. Por ejemplo, ¿qué podemos pensar cuando en la exposición se afirma que los humanos nos podríamos enamorar de los robots o tener relaciones íntimas con ellos? Lo cierto es que la Universidad de Stanford ha estudiado que las personas pueden experimentar sentimientos de cariño hacia estos nuevos aparatos.