7 nov 2018

La psicología del cambio. El sesgo del status quo

Hace unos días leí un artículo en el periódico británico The Times (Ver artículo) sobre los ahorros que los consumidores podrían obtener cambiando de compañía suministradora de energía. Una empresa ha desarrollado una aplicación llamada Switchcraft para conseguir un servicio de cambio automático de suministrador. En el artículo se comenta la figura psicológica de lo que se conoce como el "status quo bias" (sesgo del status quo), de eso me gustaría hablar y de su implicación en las relaciones personales y sociales.

Los responsables de la empresa se preguntan por qué ante la evidencia irrefutable del ahorro que podrían conseguir los consumidores les resulta tan difícil hacer el cambio. Lo que comentan los psicólogos es que nuestra reticencia para aceptar el cambio, incluso cuando es algo que nos interesa, está relacionado con la comodidad, el miedo al cambio, a salir de la zona de confort. Los psicólogos tienen un nombre para ello: sesgo de status quo.

Hay estudios que demuestran que debido a la "penalización por lealtad" existen muchos ejemplos en los que los usuarios que permanecen fieles a sus empresas de servicios pierden dinero. Como comenta en el artículo Dimitrios Tsivrikos, psicólogo del University College London, es verdad que los hábitos nos protegen e impiden que cometamos errores, pero a medida que algo se vuelve más familiar nos sentimos cómodos con ello y los hábitos se hacen difíciles de evitar. Se comenta como ejemplo la sentencia de Samuel Johnson: "Las cadenas del hábito son demasiado débiles para sentirlas hasta que son demasiado fuertes para romperlas".

En este sentido, Tsivrikos asegura que los seres humanos están más motivados por el temor de cometer un error que por la oportunidad de ganar algo, incluso cuando la perspectiva de ganancia parece muy evidente. Es más, el hecho de sentimos cómodos donde estamos hace que se produzcan respuestas irracionales o que tratemos de encontrar excusas para racionalizar y apoyar nuestro comportamiento irracional.

Dicho esto, es evidente que las personas se guían en sus relaciones personales y sociales por criterios que van más allá de las razones económicas o de estatus. Entran en juego sentimientos, afinidades y emociones que no responden a criterios objetivos sino muy personales, subjetivos e irracionales, ¿qué es el amor sino un sentimiento que va más allá de la razón? Por ese motivo, el cambio cuesta aun más cuando se trata de replantear una relación de pareja, el umbral a vencer necesario para tomar la decisión de cambiar se hace enorme.

Lo mismo se puede decir de las relaciones de amistad, en las que muchas veces se mantienen relaciones en las que hemos tenido una vinculación pasada pero de las que probablemente podríamos prescindir. Todos evolucionamos y cambiamos de pensamiento, prioridades, amistades, etc. Aquí hemos hablado alguna vez de las amistades tóxicas, un ejemplo paradigmático de esta problemática.

En definitiva, es difícil el cambio en cuestiones económicas pero lo es mucho más en las relaciones personales. Sin embargo, eso no debería ser un impedimento para que apliquemos algo de racionalidad en nuestras decisiones.

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