5 mar 2015

Cándido o el optimismo

Como dije en un post anterior, tras la reedición en Francia del Tratado de la tolerancia de Voltaire, me comprometí a releer y dedicar un post a Cándido, otro de sus libros. Consideraba que, al tener como título completo Cándido o el optimismo, debería tener presencia en este blog. Así lo he hecho y tengo que decir, con pesar, que la experiencia no ha sido del todo positiva.

Sin dejar de reconocer la importancia del hecho de que la reedición en Francia ha permitido recordar cosas como la famosa frase de Voltaire ("no comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo"), el libro en sí me ha dejado la sensación de haber perdido fuerza, como si hubiera envejecido. Es una opinión muy personal claro y seguirá siendo un clásico pero...

En mi recuerdo relucía la figura del doctor Pangloss, impartiendo su doctrina de forma didáctica, motivadora....y me he encontrado con sorpresa que su papel es casi secundario. Cierto que hace una buena puesta en escena, por ejemplo cuando asegura que es el mejor mundo de los posibles y, entre otras cosas, concluye que "todo es necesario; además, está demostrado que las desgracias particulares hacen siempre el bien general; cuantos más males particulares haya, tanto más crece aquél". Pero Pangloss desaparece muy al principio, creyéndolo muerto, y aparece muy al final y solo de manera muy residual, sin convicción.

No solo eso, el propio Cándido, más que una sensación de fortaleza, de talante optimista capaz de motivar empatía, me ha parecido más un ejemplo de lo que Martin Seligman denominó "indefensión aprendida" que aguanta estoicamente las numerosas peripecias que le suceden a lo largo del libro. Hechos que en algún caso parecen algo exagerados y llevados casi al límite. Ah!, y de lo que recordaba de su amor, Cunegunda, no me ha quedado nada más que la sensación de ser una mala copia de una Dulcinea peor tratada por el destino.

Es verdad, no lo pierdo de vista, que en su momento se consideró Cándido como una sátira a la teoría de la armonía preestablecida de Leibniz, lo del "mejor de los mundos posibles", repetido insistentemente en el libro. Pero aun así me ha parecido demasiado artificial, o quizás la intención de Voltaire era precisamente esa, quien sabe.

Sí hay que quedarse como principal idea del libro, estemos de acuerdo o no, evidentemente aquí no, que, en palabras de Cándido, no hay efecto sin causa y que todo está encadenado y arreglado necesaria y perfectamente. Al final la tesis de Voltaire es que Il faut cultiver notre jardin (Hay que cultivar nuestro jardín). Es decir, que anima a que construyamos otro mundo mejor a nuestra medida. Lo que no deja de ser una claudicación porque reconoce que el mundo tal cual es nunca cambiará, es imposible cambiarlo.

Dicho queda.

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