16 sept 2018

¿Hay un sitio concreto en el cerebro en el que reside la felicidad?

Este verano he leído un interesante artículo sobre el último libro de Dean Burnett, que lleva por título Happy Brain: Where Happiness Comes From, and Why. Me gustaría reflejar aquí algunas curiosidades que se cometan sobre lo que este neurocientífico, autor de El cerebro idiota, afirma sobre los mecanismos internos de nuestro cerebro para disfrutar de la felicidad.

El libro recoge algunas investigaciones de los neurocientíficos sobre cuál es el papel que juega el cerebro en nuestra felicidad, teniendo en cuenta que aún no sabemos mucho sobre su funcionamiento. La neurociencia es un campo fascinante pero relativamente nuevo y muchas de sus conclusiones no parecen ser muy definitivas, además del coste que supone la utilización la Resonancia Magnética Funcional, lo limita de momento la extensión de los estudios de campo.

En primer lugar, destacar una frase del autor que refleja el relativo control que tenemos sobre nuestra felicidad, que no es poco, pero en el que siempre hay algo aportado por el inconsciente: "las cosas que influyen en la capacidad de nuestro cerebro para hacernos felices van más allá de nuestras experiencias y preferencias personales".

Respecto al contenido del libro, en lugar de un desarrollo lineal Burnett se inclina por destacar episodios aleatorios sobre los logros de la neurociencia, señalando incluso hallazgos incongruentes e inesperados. Así, por ejemplo, respecto a la influencia del hogar en nuestros cerebros y por qué nos sentimos bien cuando entramos en el hogar o tenemos cierta nostalgia cuando salimos. Asegura que es una cuestión de seguridad y nuestro cerebro reconoce y disfruta de estas situaciones y libera ciertas hormonas que nos hacen sentirnos bien. También está relacionado con que no siempre dormimos bien la primera noche que estamos fuera de casa.

Burnett escribe sobre las "células límite" del cerebro y cómo se activan cuando llegamos a ciertos límites y nos ayudan a reconocer nuestras zonas de seguridad. Estos límites se rebasan cuando sentimos la necesidad de experimentar cosas nuevas gracias a nuestra curiosidad, un impulso biológico importante. En esas exploraciones sentiremos menos ansiedad si contamos con una zona de seguridad en la que refugiarnos.

Burnett continúa explicando cómo el trabajo, la risa, el amor, la lujuria y nuestra edad también influyen en la felicidad y cómo todo ello está localizado en el cerebro. Cada una de estas zonas del cerebro está capacitada para reaccionar y recompensarnos con la agradable sensación de estar bien, o lo contrario. También cosas como por qué podemos enamorarnos de alguien que no es necesariamente bueno para nosotros y ser ciegos a sus defectos o por qué algo que nos hace felices en nuestra adolescencia no nos conmueve tanto en la edad adulta.

El libro también explora algunos de los hallazgos más oscuros acerca de la felicidad, como puede ser nuestra sensación de placer ante la desgracia de otro. Claramente, los sistemas de recompensa en nuestro cerebro no siempre son amables con los demás.

Un mensaje queda evidente en el libro: las personas son fundamentales para nuestra felicidad. Puesto que somos una especie fundamentalmente social, estamos muy conectados con lo que otros sienten y piensan sobre nosotros. El cerebro está capacitado para darse cuenta de lo que está sucediendo en nuestro entorno social y recompensarnos o castigarnos en consecuencia.

En definitiva, las personas influyen en todos los aspectos de nuestra felicidad. Mucho de lo que nos hace felices depende de otras personas, por lo que, concluye Burnett, "debemos valorar nuestras relaciones e intentar que funcionen porque son clave para la felicidad".

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