26 dic 2012

La reacción de los humanos frente a la injusticia

Como comenté en un post anterior sobre la felicidad y el dinero (ver post), hace poco publicaba The Economist un estudio realizado por Nichola Raihani, del University College de Londres, y Katherine McAuliffe, de la Universidad de Harvard, en el que pretendían estudiar la sensibilidad de los humanos ante la injusticia y cómo reaccionamos ante ella. Adicionalmente querían conocer las razones por las que admitimos los sueldos astronómicos de los banqueros, y en qué condiciones, en una época en la que proliferan los que son conocidos ya como bankster (un término que mezcla las palabras bankers y gansters).

Sus primeras impresiones eran que cuando se cree que los salarios corresponden a un trabajo honesto lo aceptamos, aunque sea un poco a regañadientes. Sin embargo, con los ejemplos de los banqueros y su papel en la crisis, la tolerancia se está desvaneciendo claramente. En el estudio querían analizar también qué pasa cuando se quiere castigar a alguien que nos ha podido hacer alguna ofensa, incluso aunque ese castigo conlleve algún perjuicio para nosotros.

Estos investigadores manejaron dos hipótesis. La primera es que el deseo de castigar es una simple venganza en respuesta a una ofensa. La otra es que el deseo está relacionado con las consecuencias que produce la ofensa, es decir, si la persona que ofende sale mejor parado que el ofendido o no.

El estudio está basado en un juego muy curioso pero bastante descriptivo. Fue propuesto a 560 personas divididas en parejas. En cada pareja el primer jugador podría recibir 10, 30 o 70 céntimos de Euro (en realidad fueron centavos de dólar pero el efecto es el mismo) y el segundo siempre recibía 70 céntimos. De forma voluntaria el primero podía coger 20 céntimos del dinero del segundo jugador, o no. Después, el otro podría, con un cierto coste para él, quitar al otro una cantidad mayor, 30 céntimos, pero a un coste de diez céntimos de su dinero.

El punto crucial del juego es que en los tres casos posibles en los que el primer jugador coge el dinero del segundo, el segundo jugador sufre la misma pérdida absoluta. Pero en la primera versión del juego el segundo queda por delante si no responde (50 céntimos frente 30 céntimos del primero), en el segundo sale igual (50 centavos frente a 50 centavos), y en el tercero termina detrás (50 centavos frente a 90 centavos).

El resultado fue que en los dos primeros casos aproximadamente el 15% de los segundos jugadores decidió tomar represalias si el primero les había tomado el dinero. sin embargo, en la tercera alternativa, más de un 40% de los segundos jugadores respondieron cuando les quitaron el dinero, a pesar de que el resultado final era que el primer jugador acababa por delante, con 60 céntimos frente a los 40 del segundo jugador.

La enseñanza que extraen estos investigadores es que lo que realmente hace que la gente se cabree no es tanto que le quiten el dinero sino que después de habérselo quitado el otro, el supuesto ofensor, se quede en mejor situación. Quieren ahora investigar qué pasa cuando el primer jugador comienza el juego mejor situado que el segundo. Y su conclusión es que si pequeñas cantidades de dinero provocan estos pensamientos con las cifras astronómicas que reciben los banqueros los sentimientos pueden ser muy sorprendentes.

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