22 may 2020

Alegría de Manuel Vilas

No suelo poner en este blog libros de ficción pero la lectura de Alegría, de Manuel Vilas, me ha provocado algunas reflexiones sobre conceptos que otras veces aparecen aquí, así que me apetece incluir algún comentario sobre el libro. No leí Ordesa, su anterior publicación, aunque las críticas fueron muy buenas y ganas me dieron hacerlo pero la verdad es que leo pocas novelas. Esta vez, cuando quedó finalista del Premio Planeta 2019 y leí las críticas sobre él, me picó la curiosidad porque hablaba de la alegría, un sentimiento positivo que sí concuerda con los temas que aparecen en este blog.

Es un libro que se deja leer muy bien, con interés, engancha, porque Vilas escribe directo, con frases cortas que van encadenando ideas, sentimientos, todo muy explícito y natural. Son descripciones con lenguaje sencillo, a veces coloquial, que alternan etapas de su vida pasada con pasajes del presente, siempre con un halo pesimista, pero con fino sentido del humor que logra provocar el efecto contrario, una sensación de complicidad con el narrador, se supone que él mismo, y un deseo de que las cosas le vayan bien porque se le siente cercano y confidente.

En sus aventuras y anécdotas por numerosos hoteles hay una presencia constante y melancólica de sus progenitores, su recuerdo, su transmutación a actores del presente con los que conversar, a lo que agradecer, entender y amar. En el libro no hay optimismo, hay sinceridad, desnuda sus flaquezas con aceptación. No hay autoengaño, hay humildad, no hay exigencia a la vida, solo agradecimiento como terapia a la amenaza de la desesperación. Todo resulta muy creíble porque confiesa que su máximo anhelo es buscar la belleza y la alegría, y eso motiva al lector a acompañarlo. Y es que hay alegría en el libro porque su personaje y su vida transmiten una sensación de placidez, una invitación a disfrutar de las pequeñas cosas hecha por un ser agradecido poco exigente.

De forma reiterada, pero sin cansar, hace referencia a sus dudas sobre si es merecedor de esto o aquello. Todo le parece inmerecido, algo que podría parecer falsa modestia pero consigue hacernos creer que es sincero, no porque aparente conciencia de perdedor o mártir, sino todo lo contrario, por dejar claro que es un sentimiento de agradecimiento por lo obtenido. No exige sin sentido, valora la finitud de la vida e invita a exprimirla. Es una terapia autoimpuesta y sincera, muy humana.

En la descripción de sus trastornos psicológicos describe y dialoga con un personaje ficticio, como un amigo invisible, llamado Arnold, en referencia a Arnold Schönberg, que simboliza su amenaza depresiva. Con él habla, discute y trata de darle esquinazo, Arnold es el ruido, el dodecafonismo hecho vivencia. Pero no es el único apodo, todos los personajes que aparecen en el libro, familiares y amigos, lo hacen con nombres ficticios, en principio relacionados con la música hasta su encuentro con un amigo de su padre que le hace cambiar y utilizar nombres relacionados con el cine. Así, como curiosidad, el padre es Bach (luego Cary Grant) y la madre Wagner (luego Ava Gardner). Los dos hijos son Valdi, de Vivaldi (luego Monty, de Montgomery Clift), y Bra, de Brahms (luego Brando, de Marlon Brando). Su mujer es Mozart (luego "Hep", de Katharine Hepbrun).

En definitiva, libro pesimista pero que soportado por un sentimiento de aceptación de que la vida "siempre te decepciona, porque es imperfecta". Pero concluye con una esperanza basada en que "la alegría es un sí a la vida": "Todo aquello que amamos y perdimos, que amamos muchísimo, que amamos sin saber que un día nos sería hurtado, todo aquello que, tras su pérdida, no pudo destruirnos, y bien que insistió con fuerzas sobrenaturales y buscó nuestra ruina con crueldad y empeño, acaba, tarde o temprano, convertido en alegría".

Para Vilas la alegría se conquista, se alcanzará por el dolor cumplido y por el amor a la familia. Si el corazón está en orden todo acaba siendo alegría. No habla de felicidad, solo de alegría y belleza, pero consigue que el lector piense en felicidad, piense en lo que siente al ver a sus hijos, a su mujer, al jugar son su perro Brod, el amigo de Kafka...una lectura muy recomendable.

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