12 abr 2017

¿Estamos en una sociedad agresiva?

Puede ser una sensación pero parece que vivimos en una sociedad más agresiva que las precedentes. Podría ser que nosotros seamos más agresivos o quizás que sea más evidente que en otras épocas. Yo creo que es más bien lo segundo, que la violencia es más visible por la velocidad en que actualmente se difunde cualquier noticia. Lo cierto, creo yo, es que vivimos en la sociedad menos violenta de la historia, por la existencia de mecanismos de control y por la conciencia social, aunque lógicamente haya excepciones.

Así lo piensa también, entre otros muchos, Steven Pinker, catedrático de psicología experimental en la Universidad de Harvard, conocido especialista de la psicología evolutiva y autor de numerosos libros, entre ellos el que se refiere a este tema: Los ángeles que llevamos dentro. El declive de la violencia y sus implicaciones.

Tomando esta tesis como base de partida, y lo creo firmemente, es decir que se conoce más la violencia debido a que la información viaja de forma casi instantánea de un lugar a otro del mundo, más que lamentarse de algo que existe desde siempre lo que debería preocuparnos más no es por qué esta existe sino tratar de neutralizar la agresividad existente y eso se hace empezando por nosotros mismos.

Efectivamente, hay que procurar controlar nuestro propio comportamiento para que la respuesta a cualquier problema, agresión o discusión no sea una reacción incontrolada o a la defensiva sino algo más meditado. Cualquier respuesta "en caliente" seguro que será una equivocación.

Es cierto que existe la agresividad patológica pero aquí no estamos hablando de eso. También hay gente muy tímida que habitualmente experimenta un cambio brusco y pasa de no decir nada a explotar en un arrebato de ira, tampoco se trata de eso. Estos casos tienen necesariamente que ser tratados por profesionales, psicólogos o psiquiatras, aquí me estoy refiriendo a la mayoría de los casos de violencia de personas corrientes que puntualmente se enfrentan a momentos de ira, de confrontación o desesperación, que en la mayoría de los casos procede más de la propia inseguridad, el fracaso o de que en el fondo estemos enfadados con nosotros mismos, y no lo digo yo lo dicen muchos expertos.

¿Qué hacer? Pues tratar de controlar nuestra respuesta, tratar de averiguar cuál es el motivo o la circunstancia que lo propicia. Hay que dejar pasar el tiempo, no huir, tratar de evitar el enfrentamiento porque eso nada más que produciría el agravamiento del problema. Ante una agresión verbal o física una reacción en la misma dirección puede ocasionar que el otro se pueda sentir más crecido o que lo estamos dejando en evidencia y eso lo empeoraría todo.

Hay veces que estamos ante una agresividad gratuita, casi que llega a flotar en el ambiente y llega a poner en peligro cualquier intento de convivencia y ante la que nos dejamos llevar. Cuidado! Hay que pensar en los motivos y procurar aplicar la empatía. También hay veces que merece la pena evitar la soledad, en compañía todo se relaja y se diluye.

Otro de los problemas de las expresiones de furia son los daños que luego hay que reparar. Porque unos momentos de locura se pueden llevar por delante mucho tiempo de labrar una confianza que desaparece en breves momentos...¿Cuántas veces nos hemos tenido que arrepentir de algo dicho o hecho sin pensarlo?

En resumen, es evidente, no se puede negar, que hay crispación, hay malestar pero una de las terapias puede empezar por reconocerla, combatirla y tratar de no caer en lo que queremos evitar.

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