Hoy voy a hablar de uno de esos libros que encuentras en las librerías de viejo y segunda mano y te llama la atención, sin que eso signifique nada sobre su calidad sino seguramente porque se publicó hace años y quedan ejemplares en el almacén. Se trata de Nuestra felicidad, de Luis Rojas Marcos, un recorrido muy ameno por lo que ha significado la felicidad y sus diferentes concepciones desde el origen del ser humano.
Además de las diferentes teorías y escuelas que a través de la historia han opinado sobre el concepto de felicidad, Rojas Marcos hace hincapié en los temas relacionados con la salud (Cuerpo y alma) y los aspectos psicológicos, campos en los que es un profesional con prestigio y suficientemente conocido.
En concreto, se recoge la gran diversidad de significados que se ha dado a la felicidad, sobre cómo medirla, la genética (y el fenotipo) y las condiciones del entorno que favorecen o entorpecen su desarrollo, a los que Rojas Marcos llama "ladones de la felicidad". Además, repasa los escenarios para su disfrute y finaliza el libro con un capítulo dedicado a la descripción de los ingredientes de la personalidad dichosa.
De todo su contenido me gustaría, como siempre, destacar algunas cosas. Primero que, como afirma, cada día está más claro que la felicidad de los humanos responde esencialmente a mecanismos bioquímicos que actúan en el cerebro por muy diversas causas. Por ejemplo, habla de las endorfinas, como la dopamina, serotonina y la feniletilamina, unas hormonas que estimulan ciertos neurotransmisores cerebrales que inducen emociones agradables.
Otro tema interesante que recalca es que la felicidad se exterioriza de múltiples maneras y, lo que es más importante, se interpreta con significados tan personales como diferentes. Está tan personalizada que casi siempre los diferentes significados, y las propias definiciones, dependen de las circunstancias y del punto de vista, o incluso del lugar o el momento en el que estemos. Porque está muy claro, afirma Rojas, que su significado cambia con el paso del tiempo. Y concluye con algo muy interesante, y es que: " aunque no nos pongamos de acuerdo a la hora de definir la felicidad si hay coincidencia en que la gran mayoría de las personas reconoce la felicidad cuando la siente".
Y ¿cómo se mide la felicidad? Generalmente se ha hecho con encuestas pero hoy día, y en eso se nota que el libro está escrito hace tiempo, se ha mejorado bastante con la utilización de mediciones de la actividad del cerebro con técnicas de registro de imágenes. Porque las encuestas siempre están basadas en la propia opinión y el autoengaño tiene mucha importancia por nuestra tendencia a defendernos de los sentimientos dolorosos negándolos o reprimiéndolos. Es una forma de proteger nuestra felicidad.
Define los ladrones de la felicidad: dolor, miedo, odio y la depresión. Los dos primeros ayudan a mantener la atención y, en su justa medida, son mecanismos de defensa, aunque también traicionan. Para él, el más peligroso es la depresión porque nos arrebata la esperanza. Si bien, a pesar de todo, estos cuatro ladrones no son suficientes para derrotar las fuerzas que nos animan a seguir luchando.
Respecto a los momentos gratificantes, define los escenarios de la alegría como los que proporcionan las relaciones íntimas con otras personas, el trabajo o las ocupaciones y las actividades de ocio. Las personas que son capaces de desempeñar varias identidades son para Rojas los que se sienten menos amenazados ante las dificultades en algún área concreta de su vida. También avisa de que no debemos esperar alcanzar toda la felicidad siguiendo un solo camino.
En el último capítulo aborda los ingredientes de la personalidad feliz. Esto es lo que dice: "La mejor pista para poder discernir con algún grado de certeza si una persona es dichosa consiste en saber en qué medida posee los tres ingredientes de la personalidad feliz: una autoestima favorable unida al sentido de controlar razonablemente su propia vida, un talante optimista y comunicativo, y una buena capacidad para adaptarse a los cambios y superar los retos que impone periódicamente la existencia".
Para finalizar esta reseña, que ya ha quedado un poco larga, me gustaría incluir un bello párrafo sobre la relativización del sentimiento de felicidad: "Una vez que abandonamos el talante egocéntrico y nos mentalizamos de que somos parte de un todo mucho mayor, disfrutamos de nuestra verdadera naturaleza y nos es más fácil separar las cosas que están bajo control y podemos cambiar, de las que no. Además, esta actitud nos ayuda a apreciar a nuestros semejantes como seres autónomos y a situarnos genuinamente, a través de la empatía, en sus circunstancias, lo que nos permite amarlos tal y como son".