En tiempos en los que la inteligencia emocional está muy reconocida, y admitida, casi todos los expertos aseguran que la calidad de las relaciones sociales y, por tanto, nuestra habilidad para mantener unas buenas amistades tienen más importancia en nuestro bienestar que la inteligencia pura o los éxitos profesionales. Pero también es cierto que estas relaciones necesitan estar moduladas por nuestra propia evolución personal, es decir, que necesitan ir ajustándose a medida que evolucionamos.
Incluso alguien dijo que la felicidad de un ser adulto está muy relacionada con la calidad e intensidad de las relaciones, en la juventud por lo que supone de cimiento en nuestra personalidad y en la edad adulta por su capacidad de contribuir a nuestra estabilidad emocional y el bienestar. Se puede decir que unas buenas relaciones sociales son el cimiento y el cemento de nuestro bienestar.
Es por eso que, frente a los estudios de la felicidad que antes se centraban en analizar los niveles de riqueza material o en los logros profesionales, ahora se valoran más aspectos relacionados con la coherencia personal, el afrontamiento positivo y los valores prosociales, evaluados según nuestras sensaciones y las percepciones de los demás. Por decirlo en pocas palabras, hay personas con éxito que no son felices y personas felices sin éxito profesional o material.
El resultado conjunto de estos aspectos permite detectar a aquellas personas que están menos preocupadas, o incluso obsesionadas, con cómo se sienten o sobre lo que son capaces de conseguir y se preocupan más en cómo viven o si disponen de valores consolidados que dan coherencia a sus interacciones con sus semejantes o consigo mismas.
Otro aspecto que identifica a este tipo de personas, y estudios sobre ello hay unos cuantos, es que suelen ser más felices, con más correlación que las personas que lograron de jóvenes mejores resultados académicos. Sí, en cambio, está más relacionado con temas como las relaciones sociales en la niñez, el no sentirse o estar aislados o tener autoconfianza.
Dicho esto, también se ha analizado en profundidad que la durabilidad y significancia del bienestar depende asimismo de un buen ajuste social de las amistades, en la infancia, adolescencia y madurez. Es decir, es importante ir adaptando esas interrelaciones sociales a nuestro propio desarrollo personal, nuestras nuevas circunstancias o prioridades.
Relacionado con esto, en alguna ocasión hablamos de las amistades tóxicas, conviene echar un ojo a lo dicho en aquel momento porque la toxicidad de una relación no es, ni mucho menos, una cualidad estática. También interesante puede ser recordar lo dicho sobre la inteligencia interpersonal de Howard Gardner.
En definitiva, hay que tener claro que nunca dejaremos de encontrar oportunidades para aprender, evaluar y consolidar nuevas o antiguas relaciones basadas en valores como la confianza, la lealtad o el afecto.
Motívate, sé positivo, busca tu felicidad y disfruta. Tú eres lo importante, el resto se verá favorecido por ti. El secreto de la felicidad no está en tener o hacer sino en ser, y no hay mejor forma de ser que decidir por uno mismo y estar con quien se desea.
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