Las experiencias traumáticas transforman nuestras vidas y, paradójicamente, pueden servir para reorientar, aprender y progresar. La Psicología Positiva está estudiando de qué forma los humanos podemos resistir un acontecimiento traumático y rehacernos ante las adversidades. Los estudios actuales demuestran la capacidad que tienen las personas de resistir a procesos traumáticos y transformarlos en oportunidades para reestructurar o construir su sistema de valores. Dentro de estos estudios destacan dos conceptos: resiliencia y crecimiento postraumático.
Convencionalmente la psicología se ha ocupado más de los efectos negativos de un trauma, considerando que no sólo siempre conlleva grave daño sino también que el daño siempre refleja la presencia de trauma, asumiendo que toda persona expuesta a una situación traumática puede desarrollar un trastorno de estrés postraumático (TEPT) u otras patologías.
En cambio, la Psicología Positiva apuesta porque el ser humano tiene una gran capacidad para superarse, adaptándose y encontrando sentido a las experiencias traumáticas.
La resiliencia es un fenómeno conocido pero al que tradicionalmente se ha dedicado poca atención. Es la capacidad que tiene una persona para resistir a un suceso y rehacerse. Las personas resilientes son capaces de mantenerse emocionalmente equilibradas frente a situaciones de dolor emocional o eventos traumáticos, conservando su rendimiento vital y laboral sin sobresaltos funcionales.
Antes se consideraba la resilencia como una capacidad reservada a personas excepcionales, pero ahora, gracias a la Psicología Positiva, la resiliencia es considerada como un fenómeno posible en personas comunes que se enfrentan a situaciones adversas con entereza.
Otro concepto relacionado y olvidado es el crecimiento postraumático. Se conoce como la posibilidad de aprender y crecer después de experiencias traumáticas. Como la resilencia, los investigadores han demostrado que es un fenómeno más común de lo que se creía. Lejos de asumir la amplificación social del riesgo, tendencia que tiende a sobrevalorar los sentimientos negativos de los demás, hay muchas personas que encuentran la forma de aplicar las emociones positivas para salir reforzadas de procesos traumáticos.
En trabajos recientes sobre los atentados en Nueva York del 11 de septiembre se han puesto de manifiesto que el crecimiento de emociones positivas a corto plazo, como la gratitud o interés, potencia el afrontamiento activo y facilita la desactivación fisiológica, mientras que a largo plazo disminuye el riesgo de depresión.
En conclusión, vivir una experiencia traumática siempre modifica la vida de una persona pero, dando por hecho las consecuencias negativas que puede conllevar, hay que reforzar la idea de que es una oportunidad para rediseñar una nueva forma de entender la vida. Se debe reconducir la respuesta a la luz de estudios y experiencias desde la Psicología Positiva, teniendo en cuenta las fortalezas y virtudes y la capacidad de crecimiento de las personas.