Como ya dijo Montaigne le plus grand art: rester soi-même, es decir, "el arte más grande es seguir siendo uno mismo". Esto viene a cuento porque he aprovechado este verano para releer el libro El arte de conocerse a sí mismo de Arthur Schopenhauer. Aunque es conocido como el fundador del pesimismo, leer a Schopenhauer siempre es muy interesante y, como veremos, tiene todo el sentido que aparezca en este blog en el que apostamos por la autoestima. El libro ya lo incluí en el apartado de Libros recomendados pero este verano me apetecía mucho releerlo y hacer un post sobre él.
Es cierto que Schopenhauer era misógino y un pesimista pero, a pesar de ello, siempre se pueden extraer enseñanzas de sus ideas. Dos quisiera resaltar aquí, primero su profunda convicción de la necesidad de aprovechar el poco tiempo que estamos en este mundo, ¿quién no está de acuerdo con ello?, y, segundo, su profunda personalidad egocéntrica que le llevaba a pensar que él era un privilegiado por su valía y que debía ser tratado como tal. Este sentimiento es uno de los pilares de la motivación, sin llegar a extremos en los que se llegue a despreciar a nuestros semejantes.
Obviamente, el título del libro está tomado de la inscripción que se dice estaba en el templo de Apolo en Delfos, y frase reiteradamente utilizada por Sócrates, de acuerdo con los diálogos de Platón. Se trata de un cuaderno secreto buscado durante años que reconstruido fue publicado con el título Eis heautón, en referencia a las meditaciones de Marco Aurelio. En este cuaderno él iba anotando pensamientos y meditaciones íntimas sin ninguna intención de publicarlas y, por tanto, sin ninguna cortapisa o modestia por su parte.
Estaba convencido de que vivimos en un mundo negativo y que "frente a cualquier duda, es preferible asumir lo peor para no ser equivocado por los espejismos de un mundo pésimo". Como dice una frase conocida suya: "Desear tan poco y conocer tanto como sea posible ha sido la máxima principal que ha guiado mi existencia".
Igual que en el caso de Seneca (Ver post), Schopenhauer es un gran egoísta de su tiempo, de aprovechar su ocio, porque tenía un alto concepto de su valía. Ya desde pequeño estaba convencido de tener un tesoro en su interior, desdeñando los gustos y deseos materiales de los demás porque él necesitaba formarse intelectualmente y disfrutar de ocio absoluto y de independencia para “dirigir todos mis esfuerzos hacia la preservación de mí mismo y de mi libertad, impidiéndome afanarme por bien externo alguno”, y afirmando que “es que mi intelecto no me pertenece a mí, sino al mundo".
Gracias a su herencia paterna pudo vivir y llevar a cabo su gran sueño, porque si no “el mundo no habría obtenido nada de mí”. Así, después de pasar un tiempo que consideraba como de "concepción genial" se dedicaría a la docencia y, ya en la madurez, confesaría que adquirió el “ojo agudo de la soledad, me convertí sistemáticamente en un ser insociable, y me propuse dedicar a mi mismo el resto de mi vida fugaz y perder tan poco tiempo como fuera posible con aquellas criaturas que por ser bípedas se creen con derecho a tratarnos como sus semejantes".
Hasta tal punto fue consecuente son sus ideas que desde su juventud sus sueños de felicidad estaban asociados al retraimiento, la tranquilidad, la soledad y la satisfacción consigo mismo: "Quien se sienta como yo debe comportarse como si fuera el único habitante de un planeta desierto y tuviera que arreglárselas como pudiera. La mayoría de las personas se dan cuenta ya desde su primer encuentro conmigo que ni ellos pueden significar algo para mí, ni yo para ellos. Dotado como estoy de un alto grado de autoconsciencia, es decir, de una existencia superior, mi máxima de vida consiste en preservar incontaminado y completo el disfrute de la misma, y con esa finalidad renunciar a cualquier otra meta".
Como ya hicieron los antiguos griegos, como Sócrates y Aristóteles, consideró el ocio como el mayor de los bienes terrenales, sobre todo si uno vale tanto como él consideraba que valía: "Cuando nace un hombre como yo, otros no le pueden desear nada mejor que el que viva cada día y cada hora, tan intensamente como sea posible y a lo largo de toda su vida, siendo fiel a sí mismo y a su espíritu" o "Allí donde una constitución inusual acarrea grandes necesidades espirituales, el ocio se convierte en una condición fundamental de la felicidad".
En definitiva, quedémonos con su capacidad para ser él mismo, para considerarse capaz de cualquier cosa y con su valoración del tiempo de ocio como su bien más preciado. El resto de coordenadas de su vida no son necesariamente trasladables ni se debe/puede asumir el cien por cien de su ideología.