19 ene 2017

La vejez epicúrea en el mural de Enoanda

Como ya dije (Ver post), en el libro de Carlos García Gual, El sabio camino hacia la felicidad, en el que se traducen los textos recuperados del mural construido por Diógenes de Enoanda con los pensamientos de Epicuro, hay un interesante capítulo dedicado a la vejez, Sobre la vejez (contra los que dicen que la vejez es un mal), que se cree que fue escrito por el propio Diógenes. La vejez es un tema que ya he tratado aquí alguna vez (Ver) y que debería ser tenido muy en cuenta por todos, no por el hecho en sí sino por la forma de considerarla y afrontara.

Según cuenta García Gual en sus comentarios a cada una de las partes del libro, el capítulo en cuestión, con textos incompletos, es un escrito muy personal de Diógenes porque no se conoce que Epicuro escribiera algún texto dedicado explícitamente a la vejez. Sí hay referencias en varias de sus obras, en las que considera la vejez como la llegada a un puerto, coronándolo felizmente con "el sereno gozo de los recuerdos". Por ejemplo, en la Carta a Meneceo, incluida en el libro, Epicúreo empieza diciendo que "Nadie por ser joven dude en filosofar ni por ser viejo de filosofar se hastíe. Pues nadie es joven o viejo para la salud de su alma".

En su escrito, Diógenes mezcla sus pensamientos con interpretaciones y resúmenes de lo que dejó dicho Epicuro. Así, reconociendo que el cuerpo envejece, cree que sus limitaciones se suplen con ventaja con mayor tranquilidad e inteligencia. La mayor debilidad del cuerpo puede ser compensada con la mayor agudeza en la razón, enriquecida esta por la experiencia.

Frente a la pérdida de visión argumenta que ver con la precisión de los jóvenes no significa que, por distintas causas, puedan ver peor y se angustien más que los mayores. Incluso habla de la posibilidad de no comer solido por la falta de dientes, no pasa nada, dice, se come líquido y se disfruta. Sin embargo, concluye que, en contra de los estoicos que despreciaban el cuerpo, tanto el tener sensaciones, el pensar algo y el emitir voces es imposible sin el cuerpo, así que "hay que tener en mucha estima a los cuerpos".

Aparte del envejecimiento del cuerpo, la vejez supone ser menos apasionados y eso no siempre es un mal porque, como dice Diógenes, también se siente y disfruta pero de otra manera. Por ejemplo, ya no se porfía en enriquecerse a toda costa pues ya se sabe que la riqueza no da la felicidad. Y el carecer de pasiones no es un argumento en contra porque cuando no hay deseo de las cosas tampoco surgen penas por ellas. Sobre todo, pide diferenciar entre los deseos que son vanos y los que son naturales. Cree que es fácil obtener lo natural pero difícil de conseguir lo superfluo o no necesario y es lo que produce más frustraciones.

Diógenes también se adentra en analizar la supuesta mayor locura de los mayores pero defiende que ese estado no se produce a causa de la vejez sino por otras causas relacionadas con la propia naturaleza.

Finalmente, como Epicuro afirma en la Carta a la madre, Diógenes piensa que nada hay que temer de la muerte porque todo bien y todo mal residen en la sensación y la muerte es privación de los sentidos.

Termina el capítulo con esta afirmación: "En conclusión, según sus sensaciones y sus sentimientos lo juzga todo un hombre sabio".

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