Aunque solo sea por su concepto de la "modenidad liquida", Zygmunt Bauman, sociólogo y filósofo de origen polaco y nacionalidad británica, pasará a la historia por sus últimos años de creatividad contestataria con la que trataba de alertarnos sobre los riesgos de la sociedad moderna y tratar de evitarlos. Su muerte hace dos días en Leeds deja pendiente muchas de sus advertencias pero también muchas dudas de por qué ahora parece que todo el mundo reconoce su trabajo e intenta en alguna medida apropiarse de sus ideas.
Quizás este hecho sea una demostración que no hace más que afianzar sus ideas (más conocidas desde la publicación de su libro Modernidad líquida) de que esta sociedad está cada vez más inmersa en la superficialidad, la improvisación, la falta de referencias, la fragilidad de pensamiento y, en definitiva, la liquidez, pero sin caer en el pesimismo, todo lo contrario, alentando para rectificar el rumbo.
En 2010 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, junto con Alain Touraine, por, como dijo el jurado, "estudiar a fondo la condición social del hombre postmoderno en un mundo inestable y de valores perecederos. En su decisivo análisis de esta realidad, Bauman ha acuñado el término de modernidad líquida, agudamente desarrollado en su obra homónima".
En su discurso en la entrega de estos premios ya nos dijo que, tal como enseñó Cervantes, "la única cosa que nos queda frente a esa ineludible derrota que se llama vida es intentar comprenderla...Esa es la tarea en la cual las humanidades intentan ayudar a nuestros conciudadanos; al menos, es lo que deberían estar intentando".
Sus preocupaciones iban más allá, no solo alertó sobre un problema acuciante como es el de las migraciones sino fundamentalmente por la ética social. Sobre esto, mejor que yo ya lo ha dicho José Antonio Marina estos días (Ver artículo) así que no se diga más, descanse en paz!