El psicólogo estadounidense Daniel Goleman se hizo famoso gracias a la publicación de su libro Inteligencia emocional en 1995. Gracias a sus teorías, la concepción de la inteligencia humana cambió, trasformando la valoración concedida al Coeficiente Intelectual (CI), para dar más importancia a un amplio abanico de capacidades fundamentales para el desarrollo vital. Goleman trataba de explicar por qué personas con un alto CI fracasan en actividades en las que otras con menor CI triunfan.
Su tesis es que la diferencia radica con mucha frecuencia en el conjunto de habilidades que llamó inteligencia emocional, habilidades entre las que destacan el autocontrol, el entusiasmo, la empatía, el arte de escuchar, resolver conflictos y colaborar con los demás, la perseverancia y la capacidad para motivarse a uno mismo. Y todas estas capacidades pueden enseñarse y aprenderse para sacar el mejor rendimiento posible al potencial intelectual que nos haya correspondido genéticamente. Para ello el autoconocimiento es fundamental. Hay que conocer las emociones y sentimientos propios, gestionarlos, crear la propia motivación y, finalmente, aplicarlo a las relaciones personales.
Daniel Goleman escribió posteriormente Inteligencia social e Inteligencia Ecológica.
Como siempre, una cita:
“La herencia genética nos ha dotado de un bagaje emocional que determina nuestro temperamento, pero los circuitos cerebrales implicados en la actividad emocional son tan extraordinariamente maleables que no podemos afirmar que el carácter determine nuestro destino.”