Todos en algún momento de nuestra vida privada, o en el trabajo, hemos tenido ataques de ansiedad. Y cada uno tiene sensaciones o emociones diferentes y las expresa de maneras diversas. Exteriormente este estado de ánimo tiene muchos síntomas, como son las alteraciones del humor, la taquicardia, la sudoración, el temblor en las manos, etc.
Estos estados se producen por accesos de miedo, inseguridad, nerviosismo. Sin embargo, según los expertos, hay una clara diferencia entre miedo y ansiedad. Lo primero, normalmente, sabemos de dónde procede pero la ansiedad puede ser consecuencia de algún miedo escondido en el interior de nosotros que no somos capaces de identificar. Y lo malo es que nos bloquea, provocando reacciones inesperadas y un rendimiento empobrecido. Lo peor es cuando ansiedad y miedo actúan a la vez.
Lo mejor que se puede hacer cuando se nota que la ansiedad se apodera de nosotros, cuando vemos aparecer los primeros síntomas, es parar y tratar de hacer algún ejercicio de relajación, por ejemplo el más socorrido y conocido de hacer unas respiraciones profundas.
Por ello, es importante aprender a reconocer los síntomas y tomar medidas. Una vez que se ha aprendido a reconocer los sínttomas se llega a poder contrarrestarla y evitar sus efectos negativos. Lo fundamental es tener una actitud positiva y fomentar la seguridad en uno mismo y fortalecer el yo de alguna forma. Hay técnicas.
Los expertos hablan de la relajación autógena, que consiste en la relajación corporal junto con dejar la mente en blanco. Necesita entrenamiento y seguramente ayuda de algún profesional.
Hay otros métodos más caseros como es cerrar los ojos y tratar de visualizar una playa, tratar de oír el ritmo de nuestro corazón y dejarse mecer por él, etc. La respiración lenta y profunda siempre viene bien.
En definitiva, lo que hay que procurar es tomar el mando de nuestro cuerpo y tratar de controlar las emociones. Eso sí, hay que mirar el miedo de frente.