Este verano he leído el libro de Daniel Goleman "El espíritu creativo" cuya conclusión principal es que todos podemos ser creativos, tanto las personas como las organizaciones, todo consiste en fomentarlo y organizarlo de la manera adecuada. El libro analiza el proceso creativo y trata de aclarar cómo se pueden liberar las potencialidades creativas, huyendo de los "asesinos de la creatividad" que nos bloquean y utilizando la imaginación y asumiendo riesgos.
Es un libro inspirado en las entrevistas con participantes en la serie de televisión The Creative Spirit. Son coautores Paul Kaufman, productor y guionista de la serie e investigador asociado de la Universidad de Harvard y Michael Ray, que obtuvo el primer premio a la creatividad y la innovación de la Universidad de Stanford y recibió el premio Harman de la World Business Academy.
Lo interesante del libro no son los ejemplos de personas que han salido en el programa, algo a lo que tan aficionados son los psicólogos americanos, sino la parte más teórica y las referencias a teorías de otros psicólogos. Se desarrollan teorías sobre el estado de inspiración creativa que están cercanas al momento de flujo de Csikszentmihalyi o a la idea Zen de no-mente, un estado de completa absorción en lo que se está haciendo.
Como señala en su introducción: "...a lo largo de estas páginas se presentan sugerencias sobre la manera de permitir que el espíritu creativo embeba nuestra vida, así como ejercicios para ayudar a apagar esa temida voz interior de la autocrítica y despertar nuestro asombro y nuestra intuición".
Un mensaje que me ha quedado claro es que la creatividad no tiene edad, aumenta a medida que se toma más conciencia de los propios actos creativos. Para el proceso creativo es de vital importancia la habilidad de ver las cosas de una manera nueva, con ingenuidad, con ganas de cuestionar cualquier supuesto. Así, un error es un experimento del cual se puede aprender y, de hecho, las investigaciones indican que las personas altamente creativas cometen más errores que sus semejantes menos imaginativos.
La creatividad comienza a florecer (me gusta esta palabra puesta de moda por Seligman) cuando una persona está motivada por la pura dicha de lo que está haciendo, es decir la motivación intrínseca. Este espíritu puede entrar en la vida de cualquiera en cualquier momento. Para ello el libro aconseja la utilización de cuatro herramientas que desarrollarán la creatividad, son: Fe en tu creatividad, ausencia de crítica, observación precisa y preguntas agudas.
Los asesinos de la creatividad, como lo denomina, son presiones psicológicas que inhiben la creatividad, sobre todo en los niños, se trata de, entre otras: la vigilancia, la evaluación externa, las recompensas excesivas, la competencia, el exceso de control, la restricción de las elecciones y la presión.
Se dedica un apartado a la creatividad en el trabajo en el que destaca sus indicaciones sobre las estructuras de las compañías y las culturas dominantes, que pueden llegar a desbaratar la creatividad. En el lugar de trabajo hay dos fuerzas que bloquean o alientan la creatividad. Una es la actitud hacia la innovación que la gente lleva dentro de sí misma y la otra es el clima de la organización. Si las dos se ponen de acuerdo, el cambio se produce sin esfuerzo, si no, y sucede a menudo, el impulso creativo es obstaculizado. En definitiva, un entorno de trabajo rico y variado fomenta el pensamiento creativo.
Como ya he comentado los ejercicios son poca cosa. sin embargo, se incluyen referencias a prestigiosos expertos que son muy interesantes. Es el caso de Robert Sternberg, psicólogo de la Universidad de Yale, del que se refieren dos conceptos relacionados que permitirán mejorar las tácticas creativas, primero la "codificación selectiva", es decir la habilidad de separar la información importante de la irrelevante, tan útil hoy día con la sobreabundancia de contenidos en Internet, y la "combinación selectiva", como la forma de combinar la información una vez que ha sido detectada.
Otro ejemplo es el de Howard Gardner, psicólogo evolutivo de la Universidad de Harvard que en sus varias apariciones aporta la crema del libro. Por ejemplo, cuando se referencian sus estudios sobre que una persona no es creativa en general sino que es creativa en una cosa concreta y así un individuo creativo es aquel que regularmente es capaz de resolver un problema de forma racional y exitosa. Su teoría de las siete inteligencias merece un post aparte.